martes, 29 de diciembre de 2009

Todos somos liberales (Mario Vargas Llosa)

La palabra de moda en América Latina es liberal. Se la oye por todas partes, aplicada a los políticos y a las políticas más disímiles. Pasa con ella lo que, en los sesenta, con las palabra socialista y social, a las que todos los políticos y los intelectuales se arrimaban, pues, lejos de ellas, se sentían en la condición de dinosaurios ideológicos. El resultado fue que corno todos eran socialistas o, por lo menos, sociales —socialdemócratas, social cristianos, social progresistas— aquellas palabras se cargaron de imprecisión. Representaban tal mezcolanza de ideas, actitudes y porqués que dejaron de tener una significación precisa y se volvieron estereotipos que adornaban las solapas oportunistas de gentes y partidos empeñados en “no perder el tren de la historia” (según la metáfora ferrocarrilera de Trotsky).

Hoy se llama liberal a la política de Collor de Mello, que puso a la economía brasileña más trabas que púas tiene un puercoespín, y a la de Salinas de Gortari, que ha destrabado la de México, sí, pero preside un régimen seudodemocrático en el que el partido gobernante perfeccionó a tales extremos sus técnicas para perpetuarse en el poder que, por lo visto, ya ni siquiera necesita amañar las elecciones para ganarlas. Si creemos a los medios de comunicación, son liberales los gobiernos de Menem en Argentina y de Paz Zamora en Bolivia, el de Carlos Andrés Pérez en Venezuela y el de Violeta Chamorro en Nicaragua y así sucesivamente. Todos somos liberales, pues. Lo que equivale a nadie es liberal. Para algunos, liberal y liberalismo tienen una exclusiva connotación económica y se asocian a la idea del mercado y la competencia. Para otros es una manera educada de decir conservador, e incluso troglodita. Muchos no tienen la menor sospecha de lo que se trata, pero comprenden, eso sí, que son palabras de fogosa actualidad política, que hay, por tanto, que emplear (exactamente como en los cincuenta había que hablar de compromiso; en los sesenta, de alineación; en los setenta, de estructura, y en los ochenta de perestroika).

Si uno quiere ser entendido cada vez que emplea los vocablos liberal y liberalismo conviene que los acompañe de un predicado especificando qué pretende decir al decirlos. Ello es necesario para salir al fin del embrollo político-lingüístico en el que hemos vivido gran parte de nuestra vida independiente. Y porque América Latina tiene, una vez más, la posibilidad de enmendar el rumbo y —aunque ello suene a frase hecha— convertirse en un continente de países que prosperan porque han hecho suya la cultura de la libertad. Esto es ahora menos imposible que hace unos años, porque el rechazo a las dictaduras y al utopismo revolucionario ha echado raíces en amplios sectores, que ven en los regímenes civiles, la libertad de prensa y las elecciones, la mejor defensa contra los abusos a los derechos humanos, la censura, las desapariciones, el terrorismo revolucionario o del Estado, la simple preponderancia de quienes mandan y la mejor esperanza de bienestar.

Pero la democracia política no garantiza la prosperidad. Y cuando, como ocurre en la mayoría de los países latinoamericanos, coexiste con economías semiestatizadas, intervenidas por todas clases de controles, donde proliferan el rentismo, las prácticas monopólicas y el nacionalismo económico —esa versión mercantilista del capitalismo que es la única que han conocido nuestros pueblos— ella puede significar más pobreza, discriminación y atraso de los que trajeron las dictaduras, Para que, además de la libertad política que tenemos, nuestras flamantes democracias nos traigan también justicia y progreso —oportunidades para todos y gran movilidad social— necesitamos una reforma que reconstruya desde sus cimientos nuestras instituciones, nuestras ideas y nuestras costumbres. Una reforma no socialista, ni socialdemócrata, ni socialcristiana, sino liberal. Y la primera condición para que ello pueda ser realidad es tener claro qué aleja o aproxima a ésta, de aquellas opciones.

Las primeras lecciones de liberalismo yo las recibí de mi abuelita Carmen y mi tía abuela Elvira, con quienes pasé mi infancia. Cuando ellas decían de alguien que era un liberal, lo decían con un retintín de alarma y de admonición. Querían decir con ello que esa persona era demasiado flexible en cuestiones de religión y de moral, alguien que, por ejemplo encontraba lo más normal del mundo divorciarse y recasarse, leer las novelas de Vargas Vila y hasta declararse libre pensador. La suya era una versión más restringida, latinoamericana y decimonónica de lo que es un liberal. Porque los liberales del siglo XIX, en América Latina, fueron individuos y partidos que se enfrentaban a los llamados conservadores en nombre del laicismo. Combatían la religión de Estado y querían restringir el poder político y a veces económico de la Iglesia, en nombre de un abanico de mentores Ideológicos —desde Rosseau y Montesquieu hasta los jacobinos— y enarbolaban las banderas de la libertad de pensamiento y de creencia, de la cultura laica, contra el dogmatismo y el oscurantismo de la ortodoxia religiosa.

Hoy podemos damos cuenta que, en esa batalla de casi un siglo, tanto liberales como conservadores quedaron entrampados en un conflicto monotemático excéntrico a los grandes problemas: ser adversarios o defensores de la religión católica Así contribuyeron decisivamente a desnaturalizar las palabras, las doctrinas y valores implícitos a ellas con que vestía sus acciones políticas. En muchos casos excluido el tema de la religión, conservadores y liberales fueron índiferenciables en todo lo demás y, principalmente, en sus políticas económicas, la organización del Estado, la naturaleza de las instituciones y la centralización del poder (que ambos fortalecieron de manera sistemática siempre). Por eso, aunque en esas guerras interminables, en ciertos países ganaron los unos y en otros los otros, el resultado fue más o menos similar: un gran fracaso nacional. En Colombia, los conservadores derrotaron a los liberales. Y en Venezuela estos a aquellos y eso significó que la Iglesia católica ha tenido en este último país menos influencia política y social que en aquél. Pero en todo lo demás, el resultado no produjo mayores beneficios sociales ni económicos ni a unos ni a otros, cuyo atraso y empobrecimiento fueron muy semejantes (hasta la explotación del petróleo en Venezuela, claro está).

Y la razón de ello es que los liberales y conservadores latinoamericanos fueron ambos tenaces practicantes de esa versión arcaica —la oligárquica y mercantilista— del capitalismo, a la que, precisamente, la gran revolución liberal europea transformó de raíz. Al extremo de que, en muchos países, como el Perú, fueron los conservadores, no los liberales, quienes dieron las medidas de mayor apertura y libertad, en tanto que en la economía estos practicaron el intervencionismo y el estatismo.
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Lo cierto es que el pensamiento liberal estuvo siempre contra el dogma —contra todos los dogmas, incluido el dogmatismo de ciertos liberales— pero no contra la religión católica ni ninguna otra y que más bien la gran mayoría de filósofos y pensadores del liberalismo fueron y son creyentes y practicantes de alguna religión. Pero si se opusieron siempre a que, identificada con el Estado, la religión se volviera obligatoria: es decir, que se privara al ciudadano de aquello que para el liberalismo es el más preciado bien: la libre elección. Ella está en la raíz del pensamiento liberal, así como el individualismo, la defensa del Individuo singular de ese espacio autónomo de la persona para decidir sus actos y creencias que se llama soberanía, contra los abusos y vejámenes que pueda sufrir de parte de otros individuos o de parte del Estado, monstruo abstracto al que el liberalismo, premonitoriamente, desde el siglo XVIII señaló como el gran enemigo potencial de la libertad humana al que era imperioso limitar en todas sus Instancias para que no se convirtiera en un Moloch devorador de las energías y movimientos de cada ciudadano.

Si la preocupación respecto al dogmatismo religioso ha quedado anticuada desde una perspectiva latinoamericana, en la que un laicismo que no dice su nombre avanza a grandes zancadas desde hace décadas, la crítica del Estado grande como fuente de injusticia e ineficiencla de la doctrina liberal tiene en nuestros países vigencia dramática. Unos más, unos menos, todos padecen un gigantismo estatal del que han sido tan responsables nuestros llamados liberales como los conservadores. todos contribuyeron a hacerlo crecer, extendiendo sus funciones y atribuciones, cada vez que llegaban al gobierno, porque, de ese modo, pagaban a su clientela, podían distribuir prebendas y privilegios, y, en una palabra, acumulaban más poder.
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De ese fenómeno han resultado muchas de las trabas para la modernización de América Latina: el reglamentarismo asfixiante, esa cultura del trámite que distrae esfuerzos e inventivas que deberían volcarse en crear y producir, la inflación burocrática que ha convertido a nuestras instituciones en paquidermos ineficientes y a menudo corrompidos; esos vastos sectores públicos expropiados a la sociedad civil y preservados de la competencia, que drenan inmensos recursos a la sociedad, pues sobreviven gracias a cuantiosos subsidios y son el origen del crónico déficit fiscal y su correlato: la Inflación.

El liberalismo está contra todo eso, pero no está contra el Estado, y en eso se diferencia del anarquismo, que quisiera acabar con aquél. Por el contrario, los liberales que no sólo aspiran a que sobrevivan los estados sino a que ellos sean Io que precisamente no son en América Latina: fuertes, capaces de hacer cumplir las leyes y de prestar aquellos servicios, como administrar Justicia y preservar el orden público, que les son inherentes. Porque existe una verdad poco menos que axiomática —muy difícil de entender en países de tradición centralista y mercantilista: que mientras más grande es el Estado, es más débil, más corrupto y menos eficaz.

Es lo que pasa entre nosotros. El Estado se ha arrogado toda clase de tareas, muchas de las cuales estarían mejor en manos particulares, como crear riqueza o proveer seguridad social. Para ello ha tenido que establecer monopolios y controles que desalientan la iniciativa creadora del individuo y desplazan el eje de la vida económica del productor al funcionario, alguien que, dando autorizaciones y firmando decretos, enriquece, arruina o mantiene estancadas a las empresas. Este sistema enerva la creación de riqueza, pues lleva al empresario a concentrar sus esfuerzos en obtener prebendas de poder político, a corromperlo o aliarse con él, en vez de servir al consumidor. Pero además, el mercantilismo provoca una progresiva pérdida de legitimidad de ese Estado al que el grueso de la población percibe como una fuente continua de discriminación o Injusticia.Este es el motivo de la creciente informalización de la vida y de la economía que experimentan todos nuestros países. Si la legalidad se convierte en una maquinaria para beneficiar a unos y discriminar a otros. Si solo el poder económico o el político garantizan el acceso al mercado formal, es lógico que quienes no tienen ni uno ni otro trabajen al margen de las leyes y produzcan y comercien fuera de ese exclusivo club de privilegiados que es el orden legal. Las economías Informales parecieron durante mucho tiempo un problema No lo son, sino, más bien, una solución primitiva y salvaje, pero una solución, al verdadero problema; el mercantilismo, esa forma atrofiada del capitalismo, resultante del sobredimensionamiento estatal. Esas economías informales son la primera forma —y es significativo que sean una creación de los marginados y pobres— aparecida en nuestros países de una economía de libre competencia y de un capitalismo popular.

Este es el más arduo reto de la opción liberal en América Latina: adelgazar drásticamente al Estado, ya que ésta es la más rápida manera de tecnificarlo y de moralizarlo. No solo se trata de privatizar las empresas públicas devolviéndolas a la sociedad civil; de poner fin al reglamentarismo kafkiano y a los controles paralizantes y al régimen de subsidios y de concesiones monopólicas y, en una palabra, de crear economías de mercado de reglas claras y equitativas, en las que el éxito y el fracaso no dependen del burócrata, sino del consumidor. Se trata, sobre todo, de desestatizar unas mentalidades acostumbradas por la práctica de siglos —pues esta tradición se remonta hasta los Imperios prehispánicos colectivistas en los que el individuo era una sumisa función en el engranaje Inalterable de la sociedad— a esperar de algo o de alguien —el emperador, el rey, el caudillo o el gobierno— la solución de sus problemas, una solución que tuvo siempre la forma de la dádiva.

Sin esa desestatización de la cultura y la psicología, el liberalismo será letra muerta en nuestros países.

Debemos recobrar una independencia mental que hemos venido perdiendo a causa del parasitismo y de la pasividad que engendran las prácticas mercantilistas. Solo cuando a esta actitud la remplace el convencimiento de que la solución de los problemas básicos es, ante todo, responsabilidad propia, reto al esfuerzo y la creatividad de cada cual, la opción liberal habrá echado raíces hondas y comenzará a ser cierta la revolución de la libertad en América Latina.

domingo, 27 de diciembre de 2009

Sentir gitano

Sentir gitano,
Libertad a la mano
Pueblo roma,
Tu nobleza asoma
Vuestro ejemplo de vida,
Llevaré en mi partida
Trazando caminos
Erigiendo destino

Ya no es más mi casa
La que fue mi patria,
Ni tampoco mi gente,
El pueblo indiferente
Da inicio hoy una nueva vida,
Sin banderas, sin nacionalismos,
Sin ideologías, ni nada de ismos

Y haré familia entre gente nueva
Quienes quieran vivir una fiesta eterna
Sin importar culturas, razas, billeteras
Bienvenidos sean, hombres de la tierra

domingo, 6 de diciembre de 2009

Redescubriendo a "JOTABECHE"

José Joaquín Vallejo (1811-1858), "JOTABECHE", célebre escritor chileno, de orígen hispano-polaco, nacido en la ciudad nortina de Copiapó, es probablemente una de las plumas más notables del siglo XIX en nuestro país, precursor del movimiento "costumbrista", político y periodista aficionado de sólidas convicciones liberales (liberalismo tradicional) que le acarrearon más de algún problema con el poder en la ruidosa época en la que le tocó vivir, pero que por otro lado constituyeron una bandera de lucha que definió su particular estílo en el mundo de las letras.
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La figura del "JOTABECHE" político, coincidente con la del "pipiolo" reformista y opositor a las empantanadas prácticas del poder (ya visibles en el Chile del siglo XIX), sería extrapolable 50 años más adelante a la moral constituyente de los gobiernos radicales, aquellos que no por simple coincidencia nacieron en el seno de la pujante clase media copiapina, sustentada en buena parte por el empuje burgués de los consorcios mineros Matta y Gallo.
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Si hubiese nacido 100 años después, no cabe duda de que José Joaquín Vallejo habría oscilado entre los radicales (ya estancados, "desliberalizados" y fagocitados por el poder político desde la década del 30) y el liberalismo de nuevo orden encabezado por Arturo Alessandri Palma, el "León de Tarapacá". Y probablemente si hubiese nacido 150 años después: en el ciclo en curso, estaría prodigando JOTABECHE sus escritos contra los apernados de la Concertación, y la poco creíble oposición, así mismo miraría con recelo el supueto "progresismo" (autoproclamado) de Marco Enríquez Ominami.
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El liberalismo en "JOTABECHE" es una clara manifestación contra el poder, la perspectiva de un hombre de clase media, intelectual a pesar de sus estudios universitarios interrumpidos, pero a la luz de sus ideas; mucho más sensitivo a la "gallada" y sus propósitos ilustrados de hacer historia y desarticular la maraña de los ricos y poderosos atrincherados en el poder, cuyos máximos representantes fueron los famosos "pelucones" (unos corrompidos de primera), gobiernos para los que "JOTABECHE" se vió forzado a trabajar y portar su ingenio (era eso o morir de hambre), pero ante los que disparó todos sus dardos existenciales en la faena de la opinión pública.
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Sepulcro del escritor nortino
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De más está decir que la época de "JOTABECHE" dista mucho de la nuestra, pero la trascendencia de su liberalismo es un espejo en el cual aquellos que nos consideramos ante todo "liberales" podemos vernos reflejados. Es sabido por todos que la política en aquellos años no estaba abierta para el vulgo, y que sólo tenía acceso a ella una polarizada clase criolla, por un lado los "conservadores o pelucones" (perfíl común del latifundista de ascendencia vasca o centro-europea, que comunmente cursaba estudios superiores en ciudades como París, Mián o Londres) y por el otro, los "liberales: pipiolos" (perfil: pequeño propietario, de clase profesional, funcionario del Estado, progresista, de ascendencia extremeña, andaluza o natural de cualquiera de las comarcas más pobres de España), cuyo fin era mermar la acumulación de las elites y volcarla a un régimen civil de oportunidades .
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Sería por medio de los "pipiolos" y para desgracia de los "pelucones" y toda su descendencia en la política chilena, que el vulgo lograría participar de manera paultina en las decisiones del Estado, esto fascilitado con la propagación del radicalismo, del socialismo y del comunismo, instancias que si bien no fueron apoyadas en su momento por los liberales chilenos, corrieron por un pavimento ántes forjado por el sus ideas y lucha, a tal punto que no se comprenda la común e histórica "satanización" que alzan las izquierdas en contra de la ontología liberal.

Colección de escritos. Pichar la imágen para descargar

Los escritos de "JOTABECHE" son un magistral testimonio de hechos políticos y sociales ligados a una época interesante y convulsa, ya distante a dos siglos, pero que posee al fin y al cabo un común trasfondo con la vida en curso. Observador, inconformista y contestario, pero la vez parsimonioso y correcto, "JOTABECHE", fue una verdadera eminencia de la tradición literaria copiapina, aunque lamento que haya captado mi interés de una manera tardía, pobremente visto e inculcado en las aulas de clases (donde debiera recidir su mayor auge), a pesar de haber sido estudiante más de la mitad de mi vida en la misma ciudad que vió nacer al escritor.

A los interesados les dejo una Colección de textos (.pdf) del escritor, cartas y reflexiones de esta alma liberal, en la cual he podido verme reflejado tanto en el sentir geográfico-provinciano como ideológico. A la postre algunas ideas que considero interesantes en su perspectiva:

"El liberalismo, si es una virtud, es una virtud de nuestros días; es el coto que hace furor en este siglo, como lo hizo el de tomar la cruz en tiempo de las cruzadas".

"No es indispensable que el liberal sea pobre: hay liberales ricos. Pero el pobre ha de ser liberal indefectiblemente; y de aquí viene nuestro descrédito, de aqui resulta tambien que el partido no se acabará nunca, por desgracia. Se arruina un comerciante? se echa en nuestros brazos. Corren a un empleado de su puesto por sospechar que es un pícaro? se hace un liberal ipso facto. ¡Le quitan los galones a un militar por mala cabeza? le tendremos de liberal frenético. Hay un fraile corrompido? se declara capellan nuestro, en el momento. Si tiene usted algun hijo calavera, nosotros tendremos un predicador de los derechos del hombre, En suma, nuestro partido es el rendez vouz de todos los desgraciados, es una colección completa de todo tipo de averías humanas".

"Anda! ¡anda!, le dice el destino al judio errante. Escriban! escriban! les dice la causa liberal a sus campones. Con lo cual cada día son mas estupendas nuestras derrotas, a Dios gracias".

jueves, 12 de noviembre de 2009

Los "marxistas" mataron a Marx

No cabe duda que la historia del pensamiento filosófico occidental, ha sido manchada por muchas tergiversaciones y malos acomodos, puesto que el idealismo siempre choca con la discordante realidad y una vez que se comprueba la no compatibilidad de ambas esferas, han sido los llamados "gentiles" de la sociedad (basandose en la percepción platónica del ser humano), militares o revolucionarios, quienes en posición de armamento y hasta de cierto poder económico, impusieron sus utopías en experimentos sociales llevados a cabo "a sangre y fuego" en distintos países del globo.
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El siglo XX evidenció un verdadero mosaico de dictaduras a lo largo y ancho del tercer mundo, como también de totalitarismos en la Europa continental, que lejos de alcanzar justicia, paz y estabilidad u otros objetivos engrandecedores del espíritu o la nación, está más que claro que concibieron todo lo contrario.
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Carl Marx, el muy repudiado y amado personaje del cuadro, a pesar de lo controversial, no fué menos importante para la historia de la filosofía occidental que Kant, Spinoza, Saint Simon o Thomas Moore. Culto y de una lucidez avanzada para su tiempo (similar al caso de Max Weber), reflejó una certera filantropía hacia la clase obrera europea y (desde el punto de vista acotado de la época) mundial. Los planteamientos de Marx, reducidos en buena parte a su "materialismo histórico": el cómo la sociedad humana evolucionó de forma natural al capitalismo, en función de una jerarquía de los medios de producción que a la larga generó la abismal distancia entre los privilegios del capitalista y la dependencia del obrero, no es más que una constatación de la realidad a la que luego el autor judío-alemán agregó la especulación de que el capitalismo mostrará tarde o temprano sus falencias (en los países industrializados) y será radicalmente reemplazado por un sistema de producción socialista, donde la clase obrera, además del trabajo, tome posesión de los medios y establezca una especie de comunitarismo en estas sociedades avanzadas, otrora capitalistas.
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La quimera marxista como todo mundo sabe, no se hizo ningún eco en los países industrializados donde Marx sugirió que debieran ocurrir los cambios, sino en el tercer mundo agrícola y primario, donde las condiciones industriales no estaban para nada consolidadas. La revolución de octubre de 1917 en la Rusia Zarista fue el primer gen del marxismo, utópica ideología que satanizó la figura de Marx en el centralismo estatal. Con el paso del siglo, el marxismo soviético (marxismo-lenninimo) se expandió a las arenas más obvias de Europa oriental y Asia central, como así mismo hacia los países más impensados en África y America Latina, el más semptiterno de todos los casos: Cuba.
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Esos marxistas tercermundistas eran el pueblo en armas, que demostraron el alcance destructivo que puede llegar a tener la filosofía, una vez que un grupo de locos pretende sacarla del papel y llevarla a cabo en el mundo real, aunque de todas formas fué esta la lógica impositiva del siglo XX, similar a lo que ocurrió con otros planteamientos como por ejemplo, el de los nazis en la Alemania hitleriana, el más ruinoso fascismo en Italia e inclúso la muy conservadora y nacionalista "doctrina de seguridad nacional" de la España franquista, esquema trasladado luego a Sudamérica por los Gobiernos Militares de derecha en Brasil, Chile y Argentina durante los años sesenta y setenta.
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Volviendo al viejo y manoseado Marx, creo que para comprender la perspicacia de sus planteamientos y el altruismo de sus intereses, es necesario repensarlo, pero ajeno al desarrollo del siglo XX y a la interpretación revolucionaria de esos fundamentalistas autoreferidos como "marxistas" (la mayoría una manga de ignorantes y ágrafos). El marxismo no es Marx, es tan sólo una desdichada interpretación. Lennin por ejemplo, a pesar de sus cualidades de estratega y gran erudito, sacó a Marx y Engels de contexto, y más evidentes fueron aún los acomodos de Castro, Mao, Stalin o Salvador Allende, tipos que no pueden ser celebrados como intelectuales fieles a Marx, a lo mucho sólo como hombres de convicción y lucha, pero por lo demás, bastante errados en sus planteamientos, ya que si pretendieron alcanzar la añorada igualdad social, se contradijeron estrepitosamente en el método, haciendo caso omiso a la idea de progresión en Marx (pensada además para los países industrializados) y pasando a llevar un valor fundamental en el ser humano y del conjunto societal: la libertad.

Smith, Marx, Schumpeter y Keynes. En vida se hubieran entendido (probablemente) mucho mejor de lo que sus seguidores y retractores suponen.

Marx supuso que el capitalismo tocaría su fín siendo reemplazado por un comunitarismo productivo, desarrollado tras un procéso natural y por reinvindicación obrera en la posisión de los medios, aunque por desgracia mencionó también la palabra "dictadura del proletariado", que propugnaron con énfasis pero sin ningún éxito concreto (para el poppolo) los marxistas del siglo XX, que quisieron acelerar el proceso en el mundo entero y se vieron metidos en una utopía destinada al fracaso. Al decir verdad la idea de Marx no contradice los planteamientos de ciertos autores liberales progresistas, entre ellos el gran Joseph Schumpeter; dado que la evolución del capitalismo en un mundo occidental e industrializado guia justamente a un mayor equilibrio en la sociedad, donde tiende a mermar el gran capital, las distancias de clases se aunan y la prosperidad no está adscrita a la clase en la que se nace, sino al trabajo y esfuerzo individual.
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Diría Schumpeter, algo así como: "Será el capitalismo el que cimente finalmente las bases del socialismo, pero contrario a lo que sostiene Marx, no porque esté destinado al fracaso, sino porque su éxito logrará una marca mayor: que se logre una mejor distribución del capital y los ingresos, los trabajadores tengan acceso a acciones de sus propias empresas e inclúso se estará más cerca de los índices del pleno empleo. En una sociedad de este tipo, el individuo podrá desenvolverse de manera igualitaria y estará en posesión de mayores oportunidades". Demás está decir que en Europa occidental (que jamás tuvo gobiernos "marxistas"), la lógica schumpetariana ya ha sido consolidada o está muy cerca de lograrse, no así en el tercer mundo y en Europa Oriental, ahogados entre el caos de las utopías marxistas y un estatismo estéril.
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jueves, 5 de noviembre de 2009

Cerdos Capitalistas

Cerdos capitalistas te quieren explotar
Vendieron su alma, tienen monedas en lugar de ojos y una caja fuerte en lugar de corazón.
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Cerdos capitalistas te quieren endeudar
Ofreciendo inocéntes créditos, pan para hoy, hambre para mañana
Con dificultad podrás pagar, lo que ayer fue 1/3 más barato y mañana será 1/3 más caro.
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Cerdos capitalistas te quieren estafar
Visten elegante, hablan de corrido, hacen puerta a puerta, pronuncian lindos discursos, te soban el lomo, tu voto pretenden captar.
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Cerdos capitalistas hace rato son dueños de todo
País, continente, planeta
Tienen peones llamados soldados: unos pobres inocentes, carne de cañón en pro de sus intereses
Su brazo derecho son los políticos, monigotes que dicen representarnos, cuando en realidad sólo los representan a ellos.
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Cerdos capitalistas, ¿para que ir en contra de ustedes?
Quédense con todo,
País, continente y planeta
Continúen haciendo y deshaciendo con la naturaleza
Manden a morir a sus peones y dedínqueles luego una placa, y si es matanza: un monumento
Aceiten a sus títeres en el gobierno, los políticos fieles que siempre velarán por sus intereses, más no por los nuestros.
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Cerdos capitalistas,
¿Para qué elevar pancartas contra ustedes?, si es que creemos en la libertad
El azar ha determinado que existan ricos y pobres
Avaros y desprendidos
Sería antinatural pretender borrarlos
Cuando son los que dan trabajo
Los que mueven la economía
Y nos permiten comer.
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Cerdos capitalistas,
Perdonen a las ratas colectivistas
Sus posturas cómodas, les infringe a desear más de lo que negociaron
Firman de libre voluntad un contrato de trabajo
Y luego concideran improcendente hacer valer el acuerdo
Hablan de "justicia social", pero son los que primero la olvidan, una vez que logran escalar en la sociedad.
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Oh cerdos capitalistas, que sería del mundo sin ustedes
Sin su frialdad y falta de estima por el común de la gente y por el medio
Que fácil es perdonarlos... toda vez que nos ayuden a palear el hambre.
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Y oh ratas colectivistas, que sería del mundo sin ustedes
Sin su doble discurso, sin su espíritu revolucionario
Gente que reclama por todo, hasta por lo que no entiende.
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El mundo no sería lo mismo sin los unos ni los otros,
Sin sus tiranteces, y lo fácil que los primeros compran a los segundos
Y que los segundos convierten a los primeros, puesto que la tendencia es aculturizar desde abajo, no desde arriba.
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Mejor me mantengo al margen de ustedes
Mientras los observo repitiendo una y otra vez la misma historia
Pobres esclavos del discurso y del dinero
Ratas y cerdos
Cerdos y ratas
Empleador y obrero
Patricios y plebeyos
Explotador y explotado
Capitalistas y comunistas
Cuánto dicen despreciarse, pero al fin y al cabo los une un mismo interés: el $.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Globalización, lo bueno y lo malo

Ántes de irme de lleno al post, aprovecho de dejar unas cuantas cosas en claro: 1) Esto es La Bitácora Liberal, pero por lo mismo no significa que sea el blog de un derechista a ultranza, ciertamente me acomoda mucho el planteamiento político/económico de la derecha de mi país, o las derechas sudamericanas en general, pero otra parte, los planteamientos éticos de la filosofía liberal, no los considero compatibles con las prácticas históricas de esta derecha "pacata" y siniestra que ha traicionado sus propios principios, principios burgueses de progreso y enrriquecimiento, (fundados en una actitud liberal básica que nos movilizó a ser independientes del órden europeo feudal y de los viejos estamentos adscritos como un acto de vital necesidad en pleno siglo XIX), tratando de perpetuar en nuestros países un órden oligárquico inamovible en desmedro de los emprendedores de la clase media y con favoritismo a toda gran riqueza establecida, mejor aún si es capital extranjero y mejor aún si acecha con echarse al bolsillo medio país.
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Nuestros señores políticos, títeres sin cabeza y simples ejecutores de estos planteamientos acomodados, no han sido ni serán capaces jamás de demarcar terreno, no tienen peso suficiente frente al $. Por eso 2) Esta bitácora pretende reflejar también todo un descontento y frustación que comparto con otros tantos millones de chilenos (y principalmente los jóvenes) hacia la estancada clase política chilena, frente a la cual las promesas no bastan: ni MEO, ni Piñera, ni nadie barrerá con ella y a lo mucho será debilmente parchada. 3) Los planteamientos que mueven este blog son más filosóficos y economicistas que netamente políticos, aquí pesa más un espíritu práctico y existencialista que toda la pasta ideológica que ha polarizado al país y al continente, basándose en falsas percepciones, engañosas maquinaciones, metidas de miedo, infundadas odiosidades hechas historia y especulaciones varias.
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Y finalmente 4) No me preocupa que cuatro pelagatos lean este blog, personas que respeto y valoro lo hacen y con eso me basta, pero también no dejen de tener en cuenta que no escribo para ninguno de ustedes en particular, soy tan individualista que lo hago más que nada para mi mismo (como expliqué dos post más abajo), para aceitar la pluma que pocas veces ha cesado. No soy un verdadero apasionado de la política, y aunque lo intentado, tampoco lo soy de la filosofía, ni poseo tantos argumentos como para pretender cambiar tu punto de vista (a mi me importa un bledo lo que pienses)... mi único móvil es escribir, porque amo hacerlo, tanto como amo la música, a los animales, las mujeres, la naturaleza, la cerveza, caminar, ir al gimnasio, ver una buena película, leer a Herman Hesse, etcétera.
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Aclarado lo anterior, voy de lleno al post de hoy: Globalización, lo bueno y lo malo
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Viñeta positivista
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Hay conceptos que pueden llegar a polarizar inconciliablemente las posturas; globalización, en sentido estricto, es uno de los tantos que nos lo demuestra.
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Partiré con dar mi propia impresión sobre el concepto: Para mí no es algo bueno ni malo, modificable ni mucho menos evitable, es meramente un dato. Tampoco lo considero un fenómeno actual, ligado a la sociedad de masas y a la era de la información, a lo mucho estas aceleraron el procéso, pero globalización como tal siempre ha existido, es una tendencia de lo humano, en su cariz más liviano: de nuestro interés por lo cosmopolita o de interactuar con otros (de distintos países o culturas) o asi mismo un reflejo del mercantilismo, la más elaborada e interactiva de las actividades humanas y que debe ser tan antigua como la prostitución.
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Sus detractores, que vayan cumplando desde ya a Roma, a los fenicios y a los propios europeos por la existencia de tan odiado concepto, pues fueron ellos los grandes adalides de lo que es la globalización, varios siglos ántes Cristo. Los que lo tienen 100% a favor, me provocan por otro lado cierta desconfianza, no puedo dejar de pensar en la mayoría de ellos como tipos subyugados a todo lo extranjero, gente que prefiere celebrar "Haloween" a rememorar solemnemente a sus muertos un 1 de noviembre como es verdadera tradición nuestra (de los pueblos hispánicos), la sandéz típica en muchas de nuestras mujeres (en la mayor parte de los casos, de finos y hermosos rasgos mediterráneos) de aclararse el cabello o de platinarlo sólo por seguir un modelo impuesto de la belleza nórdica, algo que la naturaleza no les dió. Ejemplos de este tipo suman y siguen.
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Como he dicho, para mi la globalización es un mero dato, no hay mucho que pueda objetarle, no al concepto en sí, pero sí a la gente estúpida que fagocita todo lo que esta le ofrece y aquellos que elevan todas sus banderas de lucha en contra de la misma, nadando siempre contra la corriente, más perdidos que el Teniente Bello. Yo como tú y como casi todos, soy también producto de la globalización, por mis venas corre sangre inmigrante, hablo una lengua y manejo una cultura que no era la natural de mis abuelos, buena parte de lo que soy lo he adquirido aquí, en la tierra que me vió nacer, pero la sangre también tira e indudablemente siento apego hacia otras culturas y realidades, a las que no quiero perder de vista jamás, porque me corresponden por legítimo derecho, pero así mismo sé bien lo que soy y lo que anhelo, no pretendo seguir modelos extranjeros de vida, ni le rindo honores a culturas por las que no sienta pertenencia (ni a gringos, ni alemanes, ni a brasileños, ni a tibetanos, africanos, mexicanos o lo que sea que no soy yo).
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Me gustan mucho los vehículos americanos, la tecnología digital japonesa, la comida árabe, el rock anglo, la artesanía prehispánica y las películas del neorealismo italiano, entre otros, pero no me llama verdaderamente la atención vivir o aculturalizarme en alguno de los países referidos... me encantaría radicar un tiempo en Turquía o en España, conocer de costa el mediterráneo y manejarme en unos cuatro idiomas, pero eso no significa que no ame a mi país, las particularidades del continente sudamericano y de su gente, me encanta esta Babilonia de todas las razas, culturas y pueblos. Aprecio mucho el multiculturalismo, y en su defecto detesto todo tipo de nacionalismos y de reivindicaciones étnicas, como la llevada a cabo por el pueblo mapuche, que ha preferido el camino de la violencia en pos de su autonomía.
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Soy partidario del principio de la diferencia, es cierto que en un país debieramos manejar los mismos códigos (sintonizar en una misma frecuencia), pero hoy por hoy, tu manera de vestir, tus tendencias ideológicas y hasta tu religión, debieran ser de tu incuestionable elección. La globalizacíón actual reviste el gran problema de uniformar en laicisismo y de haber occidentalizado casi a la fuerza a medio planeta, pocos tienen reparos actualmente en dar espacios al plano espiritual, la vida simple de antaño o de vanagloriarse de lo propio, ántes de mirar hacia fuera, a modelos masivos y preestablecidos de cultura.
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La globalización de fines del siglo XX y principios del XXI, tiene todos los colores de la bandera norteamericana, como si tres o cuatro mil años de historia occidental pertenecieran a un solo país, descartando de frentón todo lo que la cultura oriental más antigua y llena de sabiduría práctica ha aportado al mundo.

No dejo de pensar que los primeros pasos de la brillantéz humana se dieron en China, en la India, en Babilonia o en Egipto, países que de alguna manera hoy son considerados ajenos y hasta enemigos de esta globalización occidentalizante, siempre en movimiento.

Los árabes o los persas que legaron al mundo, siglos de prosperidad y el mayor avance histórico en los campos de la filosofía, las letras, la matemática, la religión, química, medicina y arquitectura, son considerados hoy por el patrón de fundo norteamericano, como una piedra en el zapato, culturas molestas que se resisten sumarse al carro de la occidentalización y aunque se hace patente que en muchos de sus argumentos quedaron estancadas en la edad media, ¿Qué apego pueden tener a la globalización?, ¿Qué interés puede sucitar la globalización y el progreso en una tribu rural mongólica en el norte de China o en un labrador ucraniano, en un pescador malayo, un ovejero andalúz, un pirquinero nortino o un trabajador cubano de las plantaciones de tabaco?, peligros muchos, seguridades pocas.

La globalización debiera limitarse a ser un fenómeno exclusivamente urbano, hay formas de vida ancestrales ya probadas que se resisten al cambio y es justo que lo hagan. El "yo seré tal cosa porque mi padre y mi abuelo y el padre de mi abuelo lo fueron" es una lección llena de inamovismo, pero que se corresponde mejor a las formas de vida simple y cotidiana de viejos órdenes sociales reacios al cambio y la inestabilidades del mundo moderno. Cada cual tiene derecho a velar por el lado de la moneda en que le tocó vivir.

Lo argumentos que no comparto definitivamente con ciertos detractores de la globalización, apuntan a los clásicos vicios nacionales latinoamericanos: estatismo y clientelismo, aquel parasitismo de ciertos nacionales que recuerdan con nostalgia "tiempos mejores" en que apenas terminados sus estudios básicos o medios estaban listos para comenzar a trabajar en la empresas estatales desde el inicio de su juventud, hasta una muchas veces prematura jubilación, periodo en medio del cual pudieron ser los empleados más mediocres o menos productivos, pero el trabajo no había manera de perderlo.

El Estado actual (y aquí hago lucimiento de mis convicciones liberales) debe ser necesariamente pequeño y flexible, dejando el emprésito nacional reducido únicamente a sectores estratégicos y a los recursos naturales (minería, energía, agua, etcétera). Un Estado que promueve el parasitismo colectivo, simplemente no avanza. Como toda empresa privada, el Estado debiera procurar en sus filas trabajadores responsables y dedicados, si esto siempre fuera así, Chile y Latinoamérica en general, podrían pretender algún día estar a la altura de los países occidentales más avanzados.

Para finalizar, reitero la idea de que la globalización no es ni buena ni mala, ni necesaria o descartable, no es más que un simple dato. Está ahí, continuará presente y siempre ha estado, sólo debemos aprender a llevarla. Pero como todo en la vida su existencia, trae aparejada cosas positivas y otras tantas negativas, que tienen más que ver con la globalización como medio o puente hacia la interacción o el reflejo de todo nuestro actuar humano, en lo engrandecedor tanto como en las pequeñeces.

Aspectos Positivos de la Globalización

  1. Procura la eficiencia y el progreso económico en los países, como bien han demostrado los logros y fracasos de las décadas recientes. Las economías más cerradas son por lo general las más parasitarias (socialmente) y las menos eficientes, productivas y por ende poco competitivas, destinadas a altos niveles de inflación, pobreza, corrupción y otros males endémicos.
  2. Nos muestra que el mundo es mucho más amplio que nuestro metro cuadrado, la diversidad de puntos de vista, manifestaciones culturales, creencias y formas de vida, en pocas palabras la trascendencia tanto del perspectivismo como del relativismo en todo órden de cosas.
  3. Aboga por el individuo y no por el colectivo: Deja abierto un gran campo de posibilidades que pueden alcanzar las personas centrándose en sus propias capacidades y anhelos, más allá de la mística social, de los lazos familiares, de la monocultura, los nacionalismos, etcétera.
  4. Nos fascilita la vida porque el cambio es constante, la tecnología actual no es estática y evidencia frecuentes mejoras, la información está siempre disponible, tan sólo basta con buscarla (y descartar los datos y fuentes menos ortodoxas).
  5. Para su esencia mercantilista no hay imposíbles: Siempre que tengas dinero y ganas, podrás tener lo que quieras de cualquier rincón del planeta: comer platos exóticos de algún país muy lejano, manejar un vehículo de última tecnología europea, viajar a cualquier parte, amoblar tu casa con souvenirs y decoración propia de cualquier cultura o de muchas culturas a la vez, etcétera.
  6. Agreguen las ventajas que les parezcan.

Aspectos Negativos de la Globalización

  1. Provoca una incómoda inestabilidad en quienes pretenden que las cosas no cambien, que las tecnologías del trabajo, competencias y requerimientos sean siempre los mismos o que el trabajo sea una fuente inagotable y muy segura.
  2. La globalización como la conocemos hoy, carga la bandera de la "nueva occidentalización", descarta la vida simple, la espiritualidad, la fe religiosa, la mística (lazos) social y familiar, de las culturas preoccidentales o del antiguo órden occidental centroeuropeo y mediterráneo.
  3. Aboga por el individuo y no por el colectivo: Tiene fundamentos demasiado egoístas, al punto de que quien no da prioridad así mismo, corre el peligro de no avanzar y quien no esté dispuesto a pasar por encima del vecino, arriesga con perder sus opciones.
  4. Nos complica la vida, la hace más estresante, nuestro tiempo se acorta, debemos estar siempre actualizados en información y en tecnología sino quedaremos irremisiblemente atrás. Y ya que nadie es imprescindible, muchos otros estarán en posición de reemplazarnos.
  5. Su escencia mercantilista pasa por alto muchas cosas: No tienes derecho a disfrutar de las ventajas materiales de la globalización si tu billetera está vacía, el materialismo hace tiempo desplazó la via espiritual y hasta el respeto por la vida y los recursos naturales. Todos los tipos de contaminación existentes son resultado del actual procéso globalizador... los países más pobres y desprovistos de políticas visionarias, son los que por lo general pagan los platos rotos.
  6. Agreguen las desventajas que les parezcan.

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miércoles, 28 de octubre de 2009

En agradecimiento a mi perro Nerón, el pequeño ser viviente que iluminó mi existencia y la de mi familia en los últimos once años. Descanza en paz viejo amigo.
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Deseo ser como tú, un alma tan libre y tan pura que me enseñó la simpleza de ser felíz... siempre dispuesto a dar y recibir cariño, esperando atento por jugar y compartir.

Tengo tanto que agradecerte en tu partida, hay tanto por lo que voy a recordarte, experiencias por las que jamás podré olvidarte. Me enseñaste mucho más de lo que yo pude darte.

Fuiste sabio e inteligente, tremendamente bueno y compasivo. Gracias por tu amistad sin condiciones, tu cariño sin limitaciones, tu bondad y pureza sin comparaciones.

Tu cuerpo volverá a la tierra, pero parte de tu alma siempre estará junto a nosotros, velándonos, amándonos y fortaleciéndonos.

Si Dios siempre vivió en tí, latiendo en tu corazón, en cada segundo de tus hermosos once años, no entiendo porqué no irías tú a vivir por siempre junto a él, en las grandes alturas, en el universo sin forma ni tiempo.

Te recordaré por siempre querido amigo y rogaré hasta el fín por el día en que pueda volver a escuchar tus ladridos y juegue nuevamente contigo; corriendo, escondiéndome, saltando, volviendo a ser niño.

Hasta siempre y gracias, gracias por enseñarme el verdadero valor de la existencia: amor, entrega, amistad, simpleza...

viernes, 23 de octubre de 2009

Quizás ni vote en estas elecciones

Sí, cierto, La Bitácora Liberal ya no se moja el poto por ninguno de los cuatro adefesios que están postulando a la moneda. El mal menor a mi gusto: Piñera, hace rato me está rompiendo las pelotas con su discurso ochentero y lleno de miel populista, mientras que a los otros tres: un par de viejos representantes de la política añeja y apolillada con la que todo el mundo quiere barrer hace rato, y un tercero que se jura la versión chilena de Barack Obama, no los soporto ni en pintura.
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La apatía me ha tocado hasta lo más hondo y eso que no hay en estas elecciones representantes de la UDI ni del PPD, ¡qué tiempo que a esos no les compra nadie!!. La gente ya se aburrió de Ricardos Lagos y de Pablos Longueiras (hueón más patético, no hay otro), y me da la impresión de que por ninguno de los cuatro personajes que hoy pretenden caminar triunfantes por el Patio de los Naranjos, sienten tampoco gran apego.
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Sí, Don Nulo parece ser de todas maneras una buena opción, ya que de entre los cuatro candidatos, sólo tres tienen posibilidades y es claro como el agua que cualquiera de los tres seguirá gobernando al país en las mismas reglas, la misma lógica de los últimos veinte años, poco neutra en lo político y con un perpetuado (y poco parchado) modelo económico: social de libre mercado, con priviligios hacia los grandes peces del mundo económico y empresarial, pero poco estable para las PYMES, la empresa naciente y los emprendedores, como así mismo ambiguo con la clase media, de la cual nos reconocemos parte casi todos los chilenos.
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Sólo hay dos razones para las que yo al menos no decida votar nulo este 11 de diciembre:
  1. Que no me presente a votar, por simple y llana "paja" o flojera.
  2. Que reconsidere mi prioridad de mandar a la mierda a los concertacionistas y de mi voto a Piñera por la simple opción del recambio político (tan necesario).
Es que sinceramente con estos cuatro pasteles y con una clase política tan poco motivante, ¿Qué más se puede hacer?. Yo al menos ya no creo en la política partidiaria (y no estoy seguro si alguna vez creí), mi liberalismo existencial corre por una senda totalmente independiente a la de los partidos políticos. Soy yo, mi familia, mis opciones de progreso y el mundo, y es que no concibo a alguien tan crédulo en pleno siglo XXI y a puertas del bicentenario, de pensar de que los partidos o que los políticos podrían llegar a hacer algo por tí o por tu gente, ya que como ha sido y será siempre, esos sólo se apitutan y reparten el chancho entre ellos.- Tu voto, es sólo un instrumento, los ticket de ingreso al mundo de Alí Babá y sus más de 40 ladrones.
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De todas maneras vale la pena conocer nuestras opciones, con todo lo malo y lo bueno (en realidad; lo menos malo) que puedan ofrecernos..
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EL VIEJO

Jorge Arrate (68 años): Con sólo un año más que Eduardo Frei, Jorge Arrate destaca como el más viejo de los cuatro candidatos a la Presidencia del 2010, pero es también el más experimentado y el que mejor se explaya de los cuatro. Comunista ilustrado, estuvo también metido en las filas del socialismo, ejerciendo varios ministerios y el cargo de Secretario General de Gobierno, durante los gobiernos de Aylwin y de Frei, respectivamente.
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Conocido por su labor en el mundo académico, como abogado y profesor prestigiado de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Es también reconocida su labor como economista de izquierda y sobretodo su activismo y participación en el gobierno de la Unidad Popular.
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Ventajas/Desventajas (Candidato): Habla muy bien y expresa con claridad sus ideas, además que no tiene nada que perder (se sabe de antemano que no alcanzará ni el 10% de las preferencias), pero así mismo como la colectividad que lo representa, el discurso de Arrate no va más allá de ventilar los problemas o descubrir sus causes. Es comunista, y como tal, lo enclaustrado de su ideología no presenta soluciones concretas al Chile que actualmente se requiere reformar.
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EL MALO (Para engrupir y vender la pomada)
Sebastían Piñera (60 años): Político de centro-derecha, economista y empresario de mucho éxito en los más diversos sectores. Fué senador entre los años 90 y 98 y ayudó (aunque a algunos les convenga negarlo) a pavimentar el camino a la democracia, dado su mayor compromiso con las ideas del humanismo cristiano (inculcado por su padre y familia demócratacristiana) y su más laxa conexión a la clase política que actuó de soporte civil del gobierno militar (el Partido Conservador: la actual UDI).
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Piñera fué junto a Andrés Allamand, uno de los principales fundadores del Partido Renovación Nacional el año 1987, único partido liberal (económico/ideológico, aunque con ciertos contrapesos conservadores que lo estancan un poco) de la actual democracia chilena. La filosofía que corre tras su aventura política, no parecen ser tan sólo los negocios (principal sesgo resaltado por sus rivales) sino la instauración de una tercera vía sólida, entre la desgastada derecha chilena, representada por sus contrapartes de la Unión Demócrata Independiente y las posturas más independientes de centro y la propia Democracia Cristiana, de la que Piñera pretende capturar en esta carrera a la Moneda, a muchos descontentos.
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Ventajas/Desventajas (Candidato): Su discurso es necesariamente "poco activo", ya que pretende seducir a muchos ex-concertacionistas, principalmente de centro y de la Democracia Cristiana, por lo que tiende a caer en populismo y en todos los viejos clichés discursivos de los años '70, '80 y principio de los noventa: "más progreso, más educación, más salud, menos delincuencia", etcétera. Por otro lado sus rivales ya le han hecho mala fama de no demostrar pretenciones claras de separar los negocios de la política, desprestigio que el candidato no ha podido sacarse fácilmente, ya sea porque es un mal estratega o porque simplemente la verdad no puede ser ocultada.
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EL FEO

Eduardo Frei Ruiz-Tagle (67 años): Dos veces Senador de la República y ex Presidente de Chile entre 1994 y el 2000. De formación Ingeniero Civil de la Universidad de Chile, es también empresario y muy exitoso, algo en lo que parece empañarse por no ventilar demasiado.
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Como su padre, el fallecido Presidente de la República y fundador de la Democracia Cristiana chilena: Eduardo Frei Montalva, Eduardo Frei hijo se reconoce como un luchador por los derechos y el progreso de la clase media chilena, apostando por la instauración de un modelo económico, inclúso más parchado que el actual, en favor de la pequeña y mediana empresa, pero sobretodo de la clase profesional y el mundo de los servicios. De más decir que una visión honesta y necesaria para el país, aunque también está más que probado a estas alturas, que si bien hubieron en el pasado logros fructíferos, para el Chile actual no alcanzan, ya no es suficiente!.
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Ventajas/Desventajas (Candidato): Su carrera a la presidencia pierde fuerzas y credibilidad a medida que el discurso ya no es convincente y peor aún le hace el hecho de mostrarse como un mal perdedor, que para elevar posición sobre sus adversarios, trata de desprestigiarlos siempre que se presente una oportunidad favorable. Sus dardos apuntan casi todo el tiempo al Piñera empresario, mientras su tejado de vidrio amenaza con caerle encima. Frei no puede negarlo, es también un super empresario.
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EL JOVENCITO DE LA PELICULA (AKA: El Inexperto)
Marco Enríquez-Ominami (36 años): Candidato independiente, autoreferenciado como progresista y a pesar de su pasado concertacionista y socialista, hoy se reconoce como "la alternativa distinta".
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Su primera incursión en la política, fué el año 2006 como diputado por la quinta región, sin embargo la tradición familiar es bastante extensa en los pasos e influencias del mirista y mártir por la causa revolucionaria: Miguel Enríquez y de su padre adoptivo Carlos Ominami.
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Enríquez-Ominami es de profesión cineasta, visión que obviamente le ha otorgado aquella perspectiva del "arte imita la vida" o viceversa, que pretende inculcar en la política nacional, con la carta de presentación del candidato jóven, alternativo y reformista. ¿Esperanza a la política? o ¿falta de perspectivas?, mejor respóndase ustedes mismos.
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Ventajas/Desventajas (Candidato): A pesar de que sabe cómo expresarse y de que su discurso suena muchas veces apolítico (reactivo frenta a la Concertación y a la oposción), es indudable que carece de la expertice necesaria. Además muchas de sus ideas, si bien no son para nada descartables y a veces hasta tienen tintes de genialidad, se notan armadas con minuciosidad para caer en el terreno del populismo y de las falsas esperanzas, es decir: fanfarronerías discursivas que en el fondo son sólo generalidades que prometen aquello que no puede lograrse, o tal vez sí, pero sólo a medias.
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Qué grandes candidatos :D

martes, 13 de octubre de 2009

Motivaciones de un escritor concurrente

La escritura es un acto de expresión, en estos días: resistido por muchos, asistido por pocos y de vital importancia para la minoría restatante.
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Claramente no pretendo hablar aquí de la manera habitual de comunicarnos en medio de esta era de tecnologización e ignorancia elevada al cubo (más del 70% de lo que la gente hace en Internet, es tiempo perdido o no les aporta nada), no hablo de la cotidiana gestión de envíar mails, ni de escribir un par de líneas en Twitter por que está de moda o de pasarse la vida en Messenger, desde luego que no. Hago mención del arte de escribir, de expresar ideas, creencias, valores o sentimientos en los formatos más tradicionales; como historias de vida, diarios de campo, biografías y autobiografías, ensayos, cuentos, poesía, manuales, instructivos, cartas, reflexiones, etcétera.
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El arte de escribir, aquello tan honesto como auténtico, continúa cediendo terreno a cuanta otra actividad cultural o recreacional existe o surge de la nada, y ya no hay vuelta atrás, por fortuna debo argumentar. Y es que es no es concebible que en un mundo - supuestamente - más informado, letrado o culto, por este sólo hecho se cultive además, un mayor amor por la escritura entre las personas. Hoy más que siempre, las señales parecen apuntar a lo contrario.
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Escribir, como hacen los verdaderos escritores, resume una síntesis de varios actos previos como son contemplar, analizar, experimentar, indagar, vivir en carne propia ciertas experiencias y sobretodo: leer, pero no me refiero con ello a una lectura laxa de los diarios, algunas revistas, ciertos libros y ya... hablo de una lectura interpretativa, que exija al lector-escritor una postura precedente (más o menos flexible), para luego abrirse espacio en los mares de la información adquirida.
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Finalmente el escritor auténtico, tiene presente también lo siguiente: escribir no se trata de adoctrinar a otros, como tampoco de dar prioridad a la idea de comunicar una enseñanza o un punto de vista valioso que deba ser recogido por sus justos destinatarios. Un escritor virtuoso escribe primero que nada para él mismo, pretendiendo aclarar sus propias ideas, ordenarlas y ratificarlas, plasmando de tal manera sus pensamientos y evitándose el desgaste de dejarlos girar constantemente en aquella caja negra que es la actividad mental.
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Rescato las palabras del escritor argentino Pedro Mairal: "La escritura es un tributo":
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La escritura es un tributo, la manera de, no sé si de devolver, pero sí de asimilar, de entender, tener la ilusión de que todo el caos entra en una suerte de orden lírico o poético. Que es falso también: es a su vez un caos, pero hay una sensación de que escribir te redime un poco. Eso es lo que me pasa con la escritura, me hace sentir bien. Por eso me siento bien cuando escribo, porque siento que hice lo que tenía que hacer y yo siento que lo que tengo que hacer es escribir.
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sábado, 13 de junio de 2009

En busca del liberalismo perdido...

Arturo Alessandri Palma, "El León de Tarapacá". Máximo ícono del liberalismo chileno.
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Hace casi tres meses, cuando subí mi último post a La Bitácora Liberal, a propósito del día internacional contra la discriminación y el racismo, la política chilena marchaba al ritmo heredado desde fines del año pasado, afloraban sin embargo los primeros aletazos perceptibles de la crisis económica mundial y un llamado general a la calma hacia los empresarios y las familias en general.
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En la carrera política, hace no mucho se había bajado por propia determinación el estrafalario Sr. Farkas, que aunque era una verdadera burla al pueblo (y por cierto su extraño personaje, una burla hacia el mismo) con su particular populismo y triplicada aura clientelista, había logrado incomodar a más de un político tradicional y me atrevería a decir que muchos en la Alianza temieron que con el paso del tiempo, Mr. Farkas se convirtiera en el candidato de una "tercera vía", destinada desde luego a beneficiar finalmente a los atornillados de la Concertación.
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Libre el camino de todo el teatro farkista, verdadero voladero de luces y típica humorada tercermunista (que ocultaba desde luego la convicción de un outsider contra-partidista), la Concertación tenía que empezar a mover sus mejores piezas y así ganar terreno en contra del candidato afianzado de la Alianza por Chile.
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Además del auto-proclamado candidato por la Democracia Cristiana, el otrora Senador Frei, se habían barajado nombres como el de Ricardo Lagos (otro que quería repetirse el plato), su hijo Ricardo Lagos Weber, que por supuesto tiene el "gran mérito" de ser el hijo de su padre y nada más, el Panzer (o 'Panza') y por ahí otros que querían asomar la ñata como el patético de Camilo Escalona y un descarriado Alejandro Navarro que no sumaban ni la raya para la suma.
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Finalmente una especie de pre-primarias fue peleada en esta, la sexta región, entre el candidato Frei y su contendiente por el partido radical, José Antonio Gómez. Bastante bullada luego del numerito del "bichi" Escalona, un digno político poblacional.
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Por este mismo tiempo, el senador Flores se paseaba por todos lados con Piñera y los aliancistas, en una insólita "vuelta de chaqueta", que en algo recordaba las declaraciones de "bacheletismo-aliancista" que hiciera alguna vez el bufoncillo de Joaquín Lavín. Por su lado Zaldivar y los colorines, seguían transmitiendo con el cuento de siempre: la convicción de ser una tercera fuerza que más que decidir las elecciones, podrían inclúso ganarlas (Cueeeeeeeeeeckkkkkk!!), como si algunos desencantados de la D.C. nunca aprendieran, el mismo numerito alguna vez lo hizo un tal Arturo Frei Bolivar y pasó luego a la historia por una simple trivialidad, adjudicable a tener el jingle más estúpido en una campaña política.
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En los meses siguientes, algo extraño pasó, la balanza concertacionista que de mala gana parecía conformarse con la figura de Frei candidato, se empezó inclinar nuevamente hacia el ala izquierdista, el responsable: un disléxico engominado, mejor conocido como Marco Enríquez-Ominami comenzó a crecer con fuerza en las encuestas y luego a afianzar su candidatura, más allá del cobijo de la Concertación.
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Candidato jóven, alternativo y supuestamente LIBERAL (ja!), Enríquez-Ominami vino para reencantar a jóvenes y adultos con la política, para encaminarlos luego hacia la luz del progreso, no a partir de su experiencia (la cual no es sólo poca, es simplemente nula), sino en base a sus ganas, visión de futuro y esfuerzo. El hijo de un mirista, un autoproclamado progresista que se compara con Obama, que se presenta como la llave que abrirá las puertas de un nuevo Chile!... En pocas palabras, el actual escenario es tan semejante al de 1970 que llega a estremecer. Estamos frente a un nuevo Salvador Allende, a un utopista inexperto, a un "pipiolo", pero no en la acepción política del término, más bien en su carga despectiva.
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Atrás está quedando Eduardo Frei, el mal menor sin duda o al menos así es para los que creemos en la política seria, en la tradición y la estabilidad de los modelos, más allá de cuan liberales o conservadores nos estimemos. Este nuevo engendro de la política del descontento, está lejos de ser el político moderno, liberal y visionario que algunos declaran y muy por el contrario, es simple y llanamente un "CHANTA" (dicho en buen chileno), un tipo que no ha hecho una carrera política respetable, no sigue un programa definido ni mucho menos aporta nada. Asegura no contrariar el modelo económico actual, pero como el común de los socialistas, se cree con la posibilidad de configurarlo a su manera, poniendolo al servicio del Estado, de un gobierno que con el paso de los años es cada vez menos próspero (pues la economía chilena se ha estancado) y en cambio, cada vez más parasitario.
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Pero más allá de todo el bluff que rodea la figura de este aparecido Marco Enríquez-Ominami, lo que más me molesta sin duda, es el gesto de unos cuantos politiquillos y gente de los medios que ni siquiera se arrugan al dar a Enríquez-Ominami el apelativo de liberal. ¿Liberal en qué?, en lo moral podría ser, pero eso simplemente no basta para considerarse liberal en el sentido convencional de la palabra... un liberal jamás pondrá al Estado por sobre la economía, ni aquí ni en ningún país del mundo, comprende que ambos responden a dos realidades independientes, que deben desarrollarse en libertad para luego complementarse. Además, es el "atomismo" y no el "colectivismo" la verdadera tendencia de lo liberal, Marco Enríquez-Ominami y toda su colectividad no pueden ser más ajenos a esta visión.
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Tristemente el único y verdadero Partido Liberal chileno desapareció el año 66 al haber perdido fuerzas por más de treinta años y visto obligados sus sostenedores a rehubicarse en las filas del Partido Conservador, desde ahí la historia de la derecha chilena ha sido una sóla, una con fricciones internas muy marcadas, donde los liberales (más cercados en Renovación Nacional) no han tenido pocas tentativas de reformar una facción única y bien definida en lo político, aunque lamentablemente sin mucho éxito.
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El Partido Liberal gobernó Chile ántes y después de la Guerra Civil de 1890, cuando Chile tuvo oportunidad de nivelarse con los países más prósperos del mundo y el salitre (nuestro oro blanco) aportaba más ganancias per cápita que la que tenían países como Suecia.
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Luego de la explosión social y de irreversibles cambios en su proceso a nivel mundial, fué la jerarquía Alessandri la encargada de reconquistar la estabilidad del país, en la primera parte del siglo XX."Sin una economía próspera resultará vana la más avanzada legislación social", fué la gran sentencia liberal que legara "El León de Tarapacá" a todas las generaciones precedentes en la política, aunque algunos quisieron olvidarlo, particularmente entre 1970-1973. Resulta curioso, sin embargo, escuchar un discurso de nuestra presidenta socialista reconociendo la trascendencia de estas palabras, repitiéndolas tal cual y poniéndo a la economía en el lugar que le corresponde. Ellos, los socialistas reformados, bien lo han entendido... un díscolo como Enríquez-Ominami, no me queda muy claro.
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Sea como sea, este 11 de diciembre todo se decide en las urnas. Frei, Piñera, Arrate, el díscolo, Zalvidar y quién (es) se quiera subir al carro en los próximos meses, se estarán disputando el añorado cargo de Doña Gordi... mientras tanto espero no ver a políticos en ejercicio haciendo campaña por los suyos, ni mucho menos a la Presidenta, porque de más está decir que ese es el tipo de cosas que restan seriedad a la política, aunque que lamentablemente sean el plato de cada elección. Para todos los efectos conviene tener en claro además que: "candidato liberal, no existe, no en esta campaña", Sebastián Piñera es lo más cercano ideológicamente hablando, pero desafortunadamente de gobernar lo hará junto a la UDI, por lo que se subentienden varias barreras y pesos en contra de cualquier iniciativa demasiado jugada, aunque de todas maneras este sea el menor de los males.
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Todos los grandes males siguen pesando sin duda por el lado de la Concertación. Ya es hora de sanear el aire de la política nacional, abrir las ventanas y echar fuera las moscas que han comido y cagado por 20 años sobre la misma torta. Basta de Frei, de díscolos y de colorines... es hora de que las cosas vuelvan a un buen curso, de dejar de tapar hoyos y caminar nuevamente y de una vez por todas hacia el crecimiento económico, nuestra principal prioridad.
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sábado, 21 de marzo de 2009

¿Quién dijo que todos somos iguales?

Las sociedades del siglo XXI son verdaderas Babilonias. Mil rostros, mil identidades, mil credos y mil historias personales componen el crisol societario actual en todo el mundo.

Hoy menos que nunca somos iguales, la igualdad es una utopía fracasada y mal entendida. Somos distintos desde el nacimiento, luego nos vemos condicionados por el medio y una vez que desarrollamos nuestras vidas, la hacemos necesariamente distinta de la del vecino, porque sino fuera así, la realidad sería una verdadera y nada sútil dictadura modeladora de individuos, casi tan parecida al Mundo feliz de Aldous Huxley.

La igualdad en estricto rigor no existe, aunque definitivamente por nuestra naturaleza de seres mortales y finitos, todos somos gobernados por las mismas leyes, las de la naturaleza: nacer, crecer, envejecer, morir, alimentarse, trabajar para sobrevivir, formar una familia, tener hijos, etcétera. Es la igualdad natural, quizás la única que exista.

La igualdad natural, se extiende y perfecciona en la igualdad frente al derecho, derecho tanto internacional como patrio que debiera procurarnos a todos y cada uno de nosotros, un estándard mínimo de privilegios como protección social, salud, políticas de vivienda, educación, etcétera, es decir un pilar de oportunidades para crecer y desarrollarnos dignamente, más allá del estrato social en el cual nos ubiquemos.

Desafortunadamente, lo obvio de estas líneas contrasta con una realidad en ocaciones muy distinta. Podemos llenarnos la boca hablando de democracia y de libertad, pero desafortunadamente esta igualdad frente al derecho no se manifiesta de forma cabal, ni aquí, ni en ninguna parte. No mientras consideremos que hay ciudadanos de primera y de segunda clase, mientras continúe la segregación contra los pueblos indígenas, el prejuicio indignante contra los emigrantes pobres o cuando los servicios que ofrece el Estado a los ciudadanos de menos recursos, carezcan de calidad y cobertura.

A quienes se ubican en las capas más bajas de la sociedad, corresponde un trabajo mayor: "hacer mucho, con los pocos recursos puestos a su disposición". Sin embargo, no son inusuales los ejemplos de superación y puesto que quienes tienen menos, en muchos casos lograron salir adelante, debieramos tenerlos a ellos como el principal ejemplo, ántes de apreciar con admiración subyugada el facilitado triunfalismo de la clase oligarca.

Hoy 21 de marzo: Día mundial contra la discriminación, la xenofobia y el racismo, es un día para reflexionar y dárnos cuenta de que lo que hace grande a una persona no es su riqueza material, ni menos su orígen o su credo, sino justamente la capacidad de superarse, de volcar un poco la estructura adscrita al statu quo, cuya estratificación jerárquica de los distintos grupos de personas que componen la sociedad, se hace innegable. En esta sociedad de desiguales, nuestra única igualdad debieran ser las oportunidades, para dejar demostrado que un hombre vale sólo por su esfuerzo y ganas de superación, el resto es nada.