lunes, 31 de mayo de 2010

Define tu posición, el mundo avanza muy rápido

En esta, la "era del eterno tránsito" y de los cambios expeditos, se te presentan dos alternativas: o ir a la deriva (dejarte llevar por las circunstancias), o institucionalizar tu vida en miras de una trascendencia o de la integridad personal, simulando al roble, cuyas hojas florecen cada primavera, caen en otoño, pierde sus ramas, ve crecer otras nuevas, da frutos, resiste tempestades, sobrevive a generaciones completas de personas, se mantiene inerte frente a los cambios epocales y cuya continuidad está regida absolutamente en su base: el tronco, sostén de una existencia que emergió de un simple y casual brote.

Existe hoy una insondable tirantez entre los valores tradicionales (localistas, de la familia, religiosos, etcétera) y las actitudes importadas, agudizadas en la globalización y la era de las comunicaciones o tecnologización masiva, nuevos emblemas seculares, que con poca facilidad logran disimular su carga de imperialismo ideológico. Es en este orden que frente al "ruido cultural", emergen respuestas exaltadas (y de paso equivocadas) de países paternalistas como China e Irán, ya sea interviniendo redes sociales en internet o canales de comunicación adversos a sus políticas de gobierno. Más exaltada y radical aún es la determinación de un país como Corea del Norte (o de Cuba en su momento) que opta terminal y unilateralmente por el aislamiento.

La inminente colisión entre patrones de vida más conservadores y otros "pseudo-progresistas" explica en buena medida los conflictos actuales en el mundo; particularmente donde la brecha entre ambas cosmovisiones es más palmaria (Medio Oriente, Sudeste Asiático, Europa Oriental e incluso ciudades completas del sur de Estados Unidos, especialmente las dominadas por los menonitas). Interesante de analizar es el caso de Turquía, país fragmentado internamente entre agnósticos pro occidentales e islámicos sunitas, un micromundo de contrastes que irradia la imaginería de los personajes (estereotipados) de los libros de Orhan Pamuk, en que aquellos más conservadores y apegados a la religión, pese al atractivo de la modernidad y lo práctico de las nuevas ideas, con cegada obstinación se resisten, manteniendo intactas sus atemporales convicciones.

La otra alternativa es ir "a la deriva" y de paso ser un buen moderno, adaptarse a los tiempos o adelantarse incluso a ellos (ser visionario), viviendo el día a día, casi improvisando. A lo largo de este camino, el mayor peligro que se corre es llegar a convertirse en un "travestido existencial", perder un poco la brújula y hasta la identidad. Ser como aquellas personas que van a misa los domingos y el resto de la semana prenden velas a alguna réplica de Buda o Krishna (paganismo espiritual a falta de integridad religiosa), o que se dan una vida de lujos para aparentar cierto estatus, mientras que la única realidad es que las deudas les agobian. Buscan desvincularse de las pequeñeces de su país, piropeando a culturas que no les pertenecen (un chilenismo ad hoc: "se tiran los peos más arriba del poto"). Gente que va por la vida como monos de zoológico imitando más que existiendo, fijan sus referentes del momento y al día siguiente los olvidan para seguir a otros que están más en boga. Si eso implica ser moderno, yo personalmente preferiría ser fundamentalista o vivir en un anacronismo.

¿Sabes quien eres realmente?, ¿te sientes orgulloso de ser tú mismo?, o más bien ¿necesitas de la aprobación del resto para sentirte vivo?. Obsérvate un poco en el día a día y analiza tu situación, esta pseudo modernidad no es tan diferente del patético mundo feliz de Aldous Huxley, hoy dejamos de existir si estamos fuera de una red social (llámese Facebook, Messenger o el insípido Twitter), sino vestimos "a la pinta" (y ¿a la pinta de quién?: de cualquier otro imbécil que no seamos nosotros mismos o de los convencionalismos de la moda, inducidos por las dos o tres cadenas de multitiendas oligopólicas que nos abruman, provistas en este país de una inusitada facilidad para coalisionarse, ampliar sus rubros y pasar impunemente por encima de las PYMES, acrecentando su "nichito" en el mercado, gracias en parte a nuestra crónica carencia de identidad y espíritu crítico). En esta suerte de arribismo cultural dejamos de ser considerados dignos sino nos respalda a lo menos un título (aunque el mercado nacional esté saturado de profesionales y la educación superior sea hace tiempo uno de los negociados más fructíferos) o sino llegamos a ganar sueldos de entre 7 a 20 veces superiores al mínimo. ¿Te hace todo esto más persona?, ¿Implica algún tipo de perfeccionamiento?

A mi parecer al menos, sólo la integridad implica virtud; prosperar espiritual antes que materialmente, valorarte como el ser humano único y diferente que eres y así mismo a quienes tienen que ver con tu historia personal, conocer tus verdaderas necesidades, flaquezas y fortalezas, luchar por tus objetivos y quimeras, aunque fuera nadando contra la corriente. Tu existencia no ha sido forjada para "impresionar al resto", sino para confortarte a ti mismo. Es esta la única manera de emular al milenario roble y trascender, gestión que no implica necesariamente ser más conservador que progresista, al contrario, es una de las cualidades del progresismo el mantener inalterados sus fundamentos valóricos y tomar parte en una constante dialéctica con "el otro" (polo opuesto), para de esta manera moverse con determinación y soltura por el imprevisto caudal de la modernidad.

Define tu posición o atente a la anarquía, el mundo avanza muy rápido.

Prepotentes

No soy amigo de las generalizaciones, pero ¿basta algún antecedente más para darse cuenta de que Israel es uno de los Estados más prepotentes del Medio Oriente y tal vez del mundo?.- No les creas a quienes van de víctimas por la vida.

lunes, 10 de mayo de 2010

¿El quinto gobierno de la Concertación?

¿Cuáles son los lineamientos del nuevo gobierno?, pregunta recurrente en estos días, que ha dado pie a una retórica (a mi parecer) de lo más absurda.
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Hay quienes acusan al gobierno de "inacción", de estar enfrentando la crisis post-telúrica con soluciones pragmáticas heredadas de los gobiernos anteriores con la probable intención de aplacar a la oposición. Se ha hablado incluso de que este gobierno no pretende "quedar mal con nadie", moviéndose de esta manera por un terreno muy peligroso, exaltando la oposición interna que pueda significarle la vocería de la UDI y de los múltiples prelados políticos de sus filas, y es justamente lo que hemos visto en las últimas dos semanas a partir de toda la algarabía generada por el alza de impuestos a las empresas privadas y al tabaco.
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La sed de poder de algunas gentes y la ignorancia de otros, temieron o pretendieron que "el cambio" de gobierno viniera aparejado de una revolución radical y absoluta a todo el sistema público, como si el Estado fuera un trofeo o la copa del mundial de fútbol o algo por estilo, una mercancía a usufructo del portador, por el periodo de cuatro años. La política no es sólo el arte de administrar el poder o como supuso Trasímaco, en analogía a la justicia: "lo que conviene al más fuerte", política consiste en un diálogo constante entre posturas convergentes, fricción, acuerdos y negociación, es la base de toda democracia o proceso pluralista y quien no lo entienda así, no ha logrado suprimir la lógica de amigos/enemigos que se a fue a pique con la Guerra Fría hace ya dos décadas completas.
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Ilusos derechistas y cínicos concertacionistas los que clamaron que "el cambio" sería realmente un cambio y no como se dice vulgarmente: "una manito de gato", una simple pintura de fachada. Nuevas caras, nueva gente (o más bien las mismas caras y las mismas gentes pero pasando de actores secundarios a papel protagónico), más las instituciones continúan intactas y funcionando, la manera de hacer política es la misma, de votar y aprobar las leyes, de conducir la justicia y la economía, nada de eso ha cambiado, va a cambiar, ni debiera cambiar, son una radiografía de nuestra sociedad, potencialidades e intereses.
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En los gobiernos modernos, sanos y verdaderamente democráticos, derecha o izquierda no implican diferencia alguna, el timón lo podría dirigir cualquiera de estas dos fuerzas, pero al final del día: gobierno lo hacemos todos. Si el gobierno no está a la altura de las circunstancias sea del color que sea, se irá en picada, si responde en cambio a la radiografía de los intereses sociales del momento, no correrá peligro alguno y su aprobación subirá más rápido que la espuma.
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¿Es el gobierno de Sebastián Piñera una nueva manera de hacer política?, ¿el quinto gobierno de la Concertación como algunos se aventuran a decir?, en absoluto. Quienes imaginaron un escenario contrario, recalco, son bastante cínicos o en su defecto más que ilusos, un tanto necios. Se trata de un gobierno sin "sesgos partidistas" está más que claro. Soy testigo de que a muchos derechistas con los que me relaciono a diario les incomodaron los nombramientos de militantes concertacionistas en las cúpulas de los servicios públicos, las SEREMIS o incluso ciertas intendencias, pero pesar de sus berrinches, el gobierno hizo extremadamente bien (como ninguno anterior) en privilegiar las aptitudes profesionales y la trayectoria de los selectos, frente al vil cuoteo político, que en el pasado inmediato dio pie al compadrazgo, la rapiña y al oportunismo de múltiples funcionarios que hasta el día de hoy se cubren las espaldas mutuamente.
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El nuevo gobierno pretende tender puentes, ser más funcional y hasta ecuménico que su contraparte concertacionista, todo esto apuntando hacia un ideado centro político, frente al cual se complica la social democracia (cuyo discurso plenario, pierde fuerzas), se abanderan los progresistas, la izquierda radical y la derecha radical se sienten cercadas. En medio de su necesidad de reestructuración, la Concertación apunta a la falta de lineamiento del actual gobierno, acusación por lo bajo: ambigua y también un tanto desesperada. La Unión Demócrata Independiente, por su parte, siendo gobierno, presiente un frío espaldarazo y hasta exalta sus diferencias con el partido de la "pequeña burguesía" e histórica contraparte: Renovación Nacional, verdadera facción gobernante, a la cual debemos atribuir por mérito doctrinario buena parte de la orientación política de los primeros días.
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Evaluaciones cruzadas que no concluyen en nada, descrédito y contrapropaganda, "otra cosa es con guitarra" señores, la ruleta rusa de la política genera incluso risa y hasta el momento no habíamos tenido oportunidad de verlo tan claro (no, tras 20 años gobernados por una misma facción) una oposición que todo lo critica, pero que se encuentra extremadamente desacreditada a pulso de su gestión más reciente (en las horas y días que secundaron al terremoto) y la de los últimos años y un gobierno que exalta todos sus logros, inclúso las nimiedades.
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Los 20 años de la Concertación en el poder se transfiguraron finalmente en un incómodo fantasma que hoy reemplaza a los 17 de gobierno militar, de ambos se hereda mucho, de sus errores un montón, pero ante el espejo público más vale hacer la vista gorda y pretender que es falsa aquella sentencia de "todo tiene relación con todo", para aparentar que se ha partido de cero y que las distancias (oposición-gobierno) son inconciliables, cuando la idea más sana es justamente tender a lo contrario, a blandir el dichoso puente. En fin, así funciona y seguirá funcionando este negocio, lo importante es no abanderarse prematuramente ni sustentar una fe de erratas.

sábado, 1 de mayo de 2010

"¡La verdad existe, querido! Más no existe la “doctrina” que anhelas, la doctrina absoluta, perfecta, la única que da la sabiduría. Tampoco debes anhelar una doctrina perfecta, amigo mío, sino la perfección de ti mismo. La divinidad está en ti, no en las ideas o en los libros. La verdad se vive, no se enseña".
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Herman Hesse, El juego de los abalorios (1943)