viernes, 18 de noviembre de 2011

Semblante del Gran Creador

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Según la
Sagrada Biblia: "Dios nos creó a su imágen y semejanza" y nosotros seres humanos estamos provistos de un accionar positivo (que construye y da vida) y otro negativo (que destruye y da muerte). El Universo todo está configurado bajo ese precepto, lo mismo nuestra voluntad que oscila entre ambos campos de acción.

Dios (el único e inmutable) se manifiesta abordando estas dos dimensiones antagónicas: positivo/negativo, reflejas a su vez en todo orden de dualidades (bien/mal, luz/oscuridad, vida/muerte, inacción/movimiento, conservación/cambio, paz/violencia, todo/nada),
pues si Dios se plasmara en sólo una de estas realidades (supongamos: pura luz y pura paz), nada testimoniaría la existencia de "las cosas" en el plano sensorial, dado que sólo reconcemos algo por sus cualidades distintivas.

Lo que llamamos mundo no es más que una ilusión físico-temporal de luz y oscuridad, y en medio de estas dos dimensiones Dios nos ha manifestado -en el curso de todo el andar humano- el imperativo de la virtud que debe comandar nuestras acciones, para no caer presos en el engaño material y sutilerías profanas, alcanzando en cambio la más alta espiritualidad y la paz mental o conciencial en todos los planos de nuestra existencia. Dicha virtud consiste en ser equilibrados, reconociendo de facto que no somos completamente buenos ni malos, pero que al menos debemos ser justos, para no mancillar a partir de nuestros actos (y mucho menos intereses egoístas), la existencia de los demás.

El hombre que busca a Dios, debe asumirse pequeño, débil, corrupto, pero perfectible. Todo camino hacia la perfección individual (por cierto, jamás conseguida del todo) debe apuntar al equilibrio, al encuentro de nuestro justo medio aristotélico. Es evidente que hasta existen animales mucho más equilibrados que algunos hombres: el perro por lo general no ataca sino se siente amenzado o el león sólo caza y da muerte para saciar su hambre y sobrevivir, en cambio ¿Cuántos de nuestra especie matan por mero deporte, justifican masacres que podrían ser resueltas fácilmente por la vía diplomática, imponen el amor propio a los sentimientos y esperanzas de los demás o guardan silencio ante las injusticias sociales?. Muchos de ellos hablan de Dios pero sin conocerlo, invocan al Dios judeo-cristiano con cínica culposidad, dado que hace tiempo perdieron el equilibrio espiritual, sus mentes y almas están podridas y aquello por lo que ruegan poco tiene que ver con el espíritu o la integridad, sino con el salir del paso de las trampas temporales en las que han caído, víctimas de su propio ego y ambición enferma.

Dios (el único), reside en todos nosotros y su voz se manifiesta en nuestros corazones, a medida que rompemos con el engaño y seducción del materialismo, del egoísmo y del individualismo exacerbado. Nuestro alma es su templo y conforme la desarrollamos, más intensa, dichosa y afin a la verdad será nuestra existencia. El único riesgo es romper el equilibrio.


"Traigo en una mano la rama de olivo y en la otra el arma de los que luchan por la libertad, no permitan que deje caer el olivo"


(Yasir Arafat)