Enclavada en el corazón del Caribe, la exótica isla de Jamaica (Jah-maica: tierra de Dios) no sólo destaca por ser el país del reggae, de los velocistas olímpicos o de las mulatas más cautivantes de Centroamerica, su historia, ligada a la esclavitud y al éxodo, es digna de ser conocida e investigada a fondo, como punto de partida del llamado "sionismo negro". Un paraíso tercermundista, comparado por sus habitantes con el Edén de la Biblia y en el que africanos, judíos y árabes lograron forjar una sociedad símil a la bíblica Eritrea.
No es necesario ser un gran entendido de la música reggae, para estar en conocimiento de que Bob Marley además de exaltar la libertad, venerar el consumo de cannabis y condenar la violencia social, política e intrafamiliar (esta última manifiesta en su canción "No Woman No Cry") reflejó en muchas de sus composiciones una carga de espiritualidad y simbolismos judaicos, que quedarían impregnados por siempre en la cultura reggae y que hacen referencia a "Sión", "Babilonia", "Jah" (Jahvé) o el "León de Judá", entre otros. Desde luego los guiños no son nada casuales, el propio Bob, nacido en una familia interracial, descendía por línea paterna de ancestros sirio-judíos que emigraron a Inglaterra en el siglo XIX. Por otra parte, el movimiento rastafari, del cual fue su más viva expresión, entraña sus orígenes en la añoranza por Abisinia (Etiopía), lugar desde donde provino el grueso de los esclavos jamaiquinos y que en la antigüedad remota fue el espacio físico donde se consumó la unión entre la reina de Saba y el rey Salomón, entre la cultura afro-árabe y el judaísmo. Un grupo étnico llamado falasha (judíos negros) radica desde hace tres milenios en Etiopía.
De algún modo u otro, Jamaica es una recreación del Cuerno de África, el destino de centenares de exiliados y esclavos que hicieron de esta tierra el Edén del tercer mundo americano. Descubierta por el propio Cristóbal Colón (genovés cripto-judío) en 1494, la isla fue colonizada en el principio por piratas sefardíes que emigrados de España se negaron a convertirse al cristianismo, un siglo más tarde pasó a manos inglesas y esclavistas árabes transportaron contingentes de mano de obra proveniente del oriente africano. De aquella accidentada mezcla de poblaciones y eventos surgió una cultura fortalecida sobre los pilares del sionismo negro, el país de los "rastas" que además de ensoñar una Babilonia negra, rinden culto a un rey etíope (Haile Selassie I), presumible descendiente de Salomón y al que consideran la última encarnación de Jahvé.
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