Son la principal motivación en los estudios de cientistas sociales (c. políticos, historiadores, sociólogos, antropólogos, etcétera), el motor del mundo. Bandera de lucha de utopismos, pragmatismos y mercantilismos políticos, principal proclama del liberalismo humanista y quienes unidos "hacen la fuerza" e individualmente se bastan por sí solos para cambiar el curso de la historia de las sociedades.
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La gente, convergencia de visiones y conceptos, generalización sesgada y absolutista, un individuo metáforico o Leviatán dotado de vida propia, eterna y variable. Desde que el mundo es mundo, la imposibilidad de conocer el alcance de la sociedad, ha permitido que unos pocos con la sagacidad de zorros y el oportunismo de hienas, lleguen a decir: "estoy con la gente" o "soy el velador del pueblo" (POPULISMO puro) y se tomen la cabeza de las sociedades: el rey, el dictador, el político y en general la clase dirigente, gobiernan desde siempre sobre la confusión y reparten y SE REPARTEN la torta ecónomica hecha con el fruto nuestro trabajo, a partir de los impuestos. Nosotros no los pusimos ahí, sólo nos dieron la posibilidad de discriminar o elegir entre candidatos, por ello jamás interiorizamos si requeríamos realmente o no de regentes, aunque la milenaria evolución de las sociedades nos ha llevado a la opción de un SI.
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El vocablo: "Gente", no se limita a un sólo colectivo, sino muchos, tanto como personas hay en el mundo, a cada cual atribuímos una interpretación instrumental vacía y prejuiciosa: los pobres, los ricos, profesionales, asalariados, clase alta, clase media, media alta, media baja, baja, menesterosos, ABC1, C2, C3... laicos, creyentes, aborígen, nacional, forastero, turista, etcétera. Les cedemos un lugar particular en el universo, casi siempre presionados por códigos culturales y peligrosas monomanías: y así tenemos, por ejemplo, el cómo Latinoamérica, una cultura mancillada desde sus orígenes, continúa abierta de piernas al forastero (primordialmente al europeo), o como en cualquier otro lugar del mundo, también al rico, cerrandole la puerta en la cara al indígena, al mestizo, al vulnerado, al pobre.
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Aquí, no somos una sociedad liberal, porque no hemos desarrollado un humanismo verdadero, similar al de nuestros pares europeos y norteamericanos. Prevalece menos la idea de individuo, que la de colectivo y todo entra en la gran confusión del GENTÍO, al cual los zorros pretenden conquistar siempre con promesas de un futuro más próspero, que en la práctica sólo es fructífero al bolsillo de los que maman de las arcas estatales, esos por lo general son la clase política, verdadera aristocracia que en Chile y el resto de Sudamérica, no pocas veces corresponde a los decendientes de históricas familias que por tradición ligaron la política con negociosos liosos (contactos de poder, información privilegiada). Sus cabecillas son como las monarquías europeas, todos relacionados entre sí (ya sean políticos de izquierda o de derecha), gesticulan y hacen la "parada" de que compiten y que sus visiones son contrapuestas e inconciliables, cuando en realidad hasta cargan los mismos genes de la bisabuela por negocio de la endogamia.
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Hay quienes se dicen "gente" y se encasillan en grupos de poder, para ellos los demás son gentuza, gentuza utilizable, a la que se necesita conquistar fugazmente para hacer girar el impostado motor de la democracia y ganarle las elecciones al "primo" o al "amigo" del partido contrario, pues sorpresa: el contricante también forma parte de la misma familia, del grupo, de la "cosa nostra". Así se mueve la política en Sudamérica y por cierto también en Chile, si entendemos por política el arte de administrar el poder, la diferencia entre este continente y el primer mundo, es que aquí el poder no necesariamente lo ostenta quien ha llegado limpiamente arriba, está en manos de los de siempre y el que viene de muy abajo difícilmente logre escalar, pues se encontrará con sendos muros.
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Esto no es muy distinto de la realidad de la India, donde persiste una segregación milenaria, sostenida por patrones culturales que dan fundamento a los históricos vejámenes de la dominación. Desde tiempos coloniales, Sudamérica también perpetuó su red de estratificación en castas altas, bajas, "parias" y muchos niveles de por medio, y al igual que en el país asiático, la segregación funciona en base a clasismo y racismo. Inclúso hemos llegado a abrazar subliminalmente la jodida idea de que mientras más európide o blanco es un sudamericano, más opciones tiene de pertenecer a los estratos sociales altos, sucediendo todo lo contrario con quien exhiba en sus rasgos el pasado de la etnia, las señas de la raza original, todos ellos pasaron a convertirse en los "parias" de nuestra sociedad, a los que inclusive el Estado continúa poniéndoles un pie encima. Con el declive de la esclavitud, en Estados Unidos los afroamericanos lograron anglozajonizarse y jugar el mismo juego de los blancos, abrirse sus espacios y emprender... al sur del mundo, estas distancias fueron suprimidas en las constituciones más no en la mente de las personas.
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Independiente de las razones que esgrima el inamovismo: "GENTE", es mucho más que la suma de los niveles sociales, de las razas, de las religiones, de los fenotipos o de las culturas. La gente es un mar de incertidumbre, pero a la vez una variable constante, en ese mar encontramos buenos y malos exponentes, personas en las cuales se puede confiar y otros que serán factores de desiluciones y de desgracias sociales. Afortunadamente hay de todo y para todas las valoraciones, el chiste está en remover las visiones prejuiciosas y los sesgos, dejar de decir GENTE y decir PERSONA, porque el concepto de GENTE es confuso, irracional y se apresta al aprovechamiento de las clases populistas-dirigentes, en cambio PERSONA es un concepto mucho más ético, progresista y en él radica la dimensión metafísica del ser humano, el ser humano que puede cambiar el mundo, enmendar sus errores y marchar hacia adelante, sin que su credo, color de piel o estatus socio-económico actual, signifique algún tipo de impedimento.
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La gente, convergencia de visiones y conceptos, generalización sesgada y absolutista, un individuo metáforico o Leviatán dotado de vida propia, eterna y variable. Desde que el mundo es mundo, la imposibilidad de conocer el alcance de la sociedad, ha permitido que unos pocos con la sagacidad de zorros y el oportunismo de hienas, lleguen a decir: "estoy con la gente" o "soy el velador del pueblo" (POPULISMO puro) y se tomen la cabeza de las sociedades: el rey, el dictador, el político y en general la clase dirigente, gobiernan desde siempre sobre la confusión y reparten y SE REPARTEN la torta ecónomica hecha con el fruto nuestro trabajo, a partir de los impuestos. Nosotros no los pusimos ahí, sólo nos dieron la posibilidad de discriminar o elegir entre candidatos, por ello jamás interiorizamos si requeríamos realmente o no de regentes, aunque la milenaria evolución de las sociedades nos ha llevado a la opción de un SI.
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El vocablo: "Gente", no se limita a un sólo colectivo, sino muchos, tanto como personas hay en el mundo, a cada cual atribuímos una interpretación instrumental vacía y prejuiciosa: los pobres, los ricos, profesionales, asalariados, clase alta, clase media, media alta, media baja, baja, menesterosos, ABC1, C2, C3... laicos, creyentes, aborígen, nacional, forastero, turista, etcétera. Les cedemos un lugar particular en el universo, casi siempre presionados por códigos culturales y peligrosas monomanías: y así tenemos, por ejemplo, el cómo Latinoamérica, una cultura mancillada desde sus orígenes, continúa abierta de piernas al forastero (primordialmente al europeo), o como en cualquier otro lugar del mundo, también al rico, cerrandole la puerta en la cara al indígena, al mestizo, al vulnerado, al pobre.
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Aquí, no somos una sociedad liberal, porque no hemos desarrollado un humanismo verdadero, similar al de nuestros pares europeos y norteamericanos. Prevalece menos la idea de individuo, que la de colectivo y todo entra en la gran confusión del GENTÍO, al cual los zorros pretenden conquistar siempre con promesas de un futuro más próspero, que en la práctica sólo es fructífero al bolsillo de los que maman de las arcas estatales, esos por lo general son la clase política, verdadera aristocracia que en Chile y el resto de Sudamérica, no pocas veces corresponde a los decendientes de históricas familias que por tradición ligaron la política con negociosos liosos (contactos de poder, información privilegiada). Sus cabecillas son como las monarquías europeas, todos relacionados entre sí (ya sean políticos de izquierda o de derecha), gesticulan y hacen la "parada" de que compiten y que sus visiones son contrapuestas e inconciliables, cuando en realidad hasta cargan los mismos genes de la bisabuela por negocio de la endogamia.
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Hay quienes se dicen "gente" y se encasillan en grupos de poder, para ellos los demás son gentuza, gentuza utilizable, a la que se necesita conquistar fugazmente para hacer girar el impostado motor de la democracia y ganarle las elecciones al "primo" o al "amigo" del partido contrario, pues sorpresa: el contricante también forma parte de la misma familia, del grupo, de la "cosa nostra". Así se mueve la política en Sudamérica y por cierto también en Chile, si entendemos por política el arte de administrar el poder, la diferencia entre este continente y el primer mundo, es que aquí el poder no necesariamente lo ostenta quien ha llegado limpiamente arriba, está en manos de los de siempre y el que viene de muy abajo difícilmente logre escalar, pues se encontrará con sendos muros.
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Esto no es muy distinto de la realidad de la India, donde persiste una segregación milenaria, sostenida por patrones culturales que dan fundamento a los históricos vejámenes de la dominación. Desde tiempos coloniales, Sudamérica también perpetuó su red de estratificación en castas altas, bajas, "parias" y muchos niveles de por medio, y al igual que en el país asiático, la segregación funciona en base a clasismo y racismo. Inclúso hemos llegado a abrazar subliminalmente la jodida idea de que mientras más európide o blanco es un sudamericano, más opciones tiene de pertenecer a los estratos sociales altos, sucediendo todo lo contrario con quien exhiba en sus rasgos el pasado de la etnia, las señas de la raza original, todos ellos pasaron a convertirse en los "parias" de nuestra sociedad, a los que inclusive el Estado continúa poniéndoles un pie encima. Con el declive de la esclavitud, en Estados Unidos los afroamericanos lograron anglozajonizarse y jugar el mismo juego de los blancos, abrirse sus espacios y emprender... al sur del mundo, estas distancias fueron suprimidas en las constituciones más no en la mente de las personas.
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Independiente de las razones que esgrima el inamovismo: "GENTE", es mucho más que la suma de los niveles sociales, de las razas, de las religiones, de los fenotipos o de las culturas. La gente es un mar de incertidumbre, pero a la vez una variable constante, en ese mar encontramos buenos y malos exponentes, personas en las cuales se puede confiar y otros que serán factores de desiluciones y de desgracias sociales. Afortunadamente hay de todo y para todas las valoraciones, el chiste está en remover las visiones prejuiciosas y los sesgos, dejar de decir GENTE y decir PERSONA, porque el concepto de GENTE es confuso, irracional y se apresta al aprovechamiento de las clases populistas-dirigentes, en cambio PERSONA es un concepto mucho más ético, progresista y en él radica la dimensión metafísica del ser humano, el ser humano que puede cambiar el mundo, enmendar sus errores y marchar hacia adelante, sin que su credo, color de piel o estatus socio-económico actual, signifique algún tipo de impedimento.
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La sociedad es en todos los sitios una conspiración contra la personalidad de cada uno de sus miembros.
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(RALPH W. EMERSON)
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(RALPH W. EMERSON)
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