En la cronología del pensamiento humano, muchos han sido los movimientos y cosmovisiones que han logrado interrumpir el curso de la historia, para bien o para mal.
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Algunos sostienen que el fin de la Antiguedad y la llegada de la Edad Media (los años oscuros): permutación del humanismo greco-romano por un teocentrismo judeo-cristiano, fue lo peor que ha sucedido a occidente, una prolongada época de involución que quedaría relegada con la llegada del Renacimiento y que sería definitivamente sepultada en los años de la Revolución Francesa, antesala de un nuevo orden social en el mundo y de la propagación de las ideas políticas y anticlericales. Entre los enemigos declarados de la Edad Media y del influjo judeo-cristiano en las sociedades occidentales, un acérrimo defensor (tal vez demasaido idealista) de la antiguedad europea, fue el filósofo alemán Friedrich Nietzsche (1844-1900).
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Un autodeclarado antisemita, detractor de Kant, de Lutero y del reformismo alemán, Nietzsche lideró las filas del esceptisismo, sembrando el camino a nuevas formas de filosofía europea (posmodernismo y postestructuralismo), promoviendo con ello el fin de Dios, la muerte de la metafísica en todo orden superior de ideas. Tal vez por haber matado a Dios, algunos lo mal interpretaron y creyeron anarquista, otros no tardarían en compararlo con Marx en cuanto al espíritu práctico ateísta, sin embargo Nietzsche dejó bien clara su postura respecto al colectivismo (socialismo y comunismo) estableciendo duras comparaciones con el cristianismo que tanto despreció en vida.
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Declaraciones como: "¿A quiénes odio yo más entre la plebe moderna?: a la plebe socialista, a los apóstoles de los tschandala, que minan en el obrero el instinto, el goce, el sentimiento de contentarse con su propia existencia pequeña, que le hacen envidioso, que le enseñan la venganza... La injusticia no se encuentra nunca en la desigualdad de derechos; se encuentra en la exigencia de derechos iguales" dejan entrever un espíritu segregacionista y anti-democrático, sumado a esto el hecho de que añoraba un orden estamental (social/racial) similar al de la antigua Roma o al sistema de castas de la India, es decir: la estructura política aria por excelencia, donde los elementos más puros se encuentran en las minorías, entre las clases dominantes y desde luego culpaba al cristianismo (y su manifiesta influencia hebraica) como responsable de la destrucción de dicho orden, de la desnaturalización.
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Nietzsche y sus ideas sobre el "Super Hombre", Nietzsche y sus planteamientos racistas, Nietzsche y su bestial admiración por el Imperio Romano, ningún otro con más fuerza que Nietzsche, fue tan responsable por la llegada del facismo y del nazismo a la Europa en crisis de mediados del siglo XX, que en el caso alemán pretendió manifestar su poderío sobre Europa y en la humilde Italia de Mussolini, reconquistar las glorias de antaño, esas que según Nietzsche fueron pulverizadas por el cristianismo.
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En honor a la verdad, es válido decir que muy pocos filósofos posteriores continuaron al pie de la letra la ideología nietzschiana, esto porque conforme progresaron los tiempos hacia la democracia social, más fuerza perdieron sus argumentos elíticos y darwinianos ("el más fuerte se impone"). Entre los alineados con Nietzsche, es curioso que dos de los más célebres sean de orígen judío, aunque agnósticos en la fe: Isaiah Berlin y Ayn Rand, el primero un elitista conservador, enemigo de la democracia y partidario de las "mentiras piadosas" para mantener a raya al pueblo y la segunda, la madre del objetivismo: exacerbación del individualismo y de la ontología política liberal, en abierto conflicto con el Estado, los colectivismos y la religión, que según su visión son males parasitarios del inviduo pues le roban tiempo, dinero, convicciones y vida.
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Entre los partidarios izquierdistas de Nietzche, figuran el alemán Adorno, los franceses Jean-Paul Sarte, Michel Foucault y Jean Baudrillard o el novelista de ciencia ficción norteamericano Philip K. Dick. La perspectiva de la historia como un discurso conveniente, lleno de vicios y falso, es el argumento que trasciende de Nietzsche a todos estos autores críticos del sistema. Entre todos, la porfía religiosa de Philip K. Dick es la que particularmente más me llama la atención, pues si bien este comprendía por igual a la historia como un discurso, su postura frente al cristianismo era la contraria de Nietzsche. Su tésis más conocida fue la de que el Imperio (y aquí más que referirse al Imperio Romano, acuñaba una metáfora sobre la dominación subliminal de fuerzas imperecederas en el tiempo) nunca tuvo fin y que los cristianos verdaderos seguían ocultos en las catacumbas, perdidos en su lucha y urdiendo un plan para destruírlo. Hasta el último aliento Philip K. Dick esperó la revenida del Mesías.
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