sábado, 9 de abril de 2011

Marcha en las calles de Madrid: 40% de los jóvenes no tiene trabajo!

Los jóvenes somos el futuro de nuestros respectivos países, pero ¿Qué pasa cuando la población de un país está envejecida, la edad de jubilación (por efectos previsionales y mejora en el nivel de vida de la población adulta) aumenta en cantidad de años, hay nula movilidad en los puestos de trabajo y para remate la economía está en crisis?.

Todo lo anterior es por lo que está pasando actualmente la sociedad española, la cual vivencia niveles alarmantes de subocupación en la población jóven; ya sea quienes buscan trabajo por primera vez o quienes lo han perdido últimamente. Hablamos de gente que en general posee uno o dos títulos universitarios, que manejan más que un idioma y que están en toda su plenitud para aportar a la economía y desarrollo del país. El gran pero: la economía española vive un receso histórico, el mercado laboral por tanto va a la baja, ya que no se generan proyectos que diversifiquen el sector y lo que es tal vez peor: pocos expertos vislumbran que surja una solución en el corto plazo, mucho menos con las austeras medidas que ha tomado el actual Gobierno, consistentes en subir los impuestos y recortar salarios en la Administración Pública.

Lo que ocurre hoy en España, no está tan lejos de replicarse en nuestro país y para ser honesto, aunque tal vez un tanto pesimista: estoy seguro que en menos de lo que cante un gallo, esto pasará en Chile. Hoy a menos que estudies una carrera (técnica o universitaria) bastante acotada y específica en lo tocante al campo laboral, o desde luego cuentes de antemano con algún buen "pituto", serán muy pocas tus posibilidades de ejercer funciones en instituciones u empresas relacionadas directamente con lo que estudiaste y frente a lo cual decidiste encaminar tu vida. Y lo que es más triste aún: probablemente ejerzas en trabajos que no requieran más conocimientos que los aprendidos en la educación básica y media.

Esta es una problemática crucial que el Estado debiera afrontar YA con acciones proactivas. Es un hecho que hoy en Chile "sobran profesionales" y que a menos que estos no encuentren caminos de emprendimiento alternativos o emigren a algún otro país con mercados que realmente requieran sus competencias (para esto es clave el manejo de idiomas), tendrán que conformarse con las limitadas posibilidades de un entorno que prescinde fácilmente de quien carece de los conocimientos técnicos, del expertice y los años de circo. Bajo esta gris realidad, recobra más sentido que nunca la atemporal crítica que Ralph W. Emerson hace de la profesión, comprendiéndola - ya en pleno siglo XIX - como una pérdida de tiempo que amolda al hombre a la gran maquinaria social (el ser uno más), opacando todo su espíritu emprendedor y la posibilidad de marchar solos, probando mil posibilidades, cayendo, aprendiendo y curtiéndose en el camino.

No sabría decir si el Estado ha hecho más mal que bien a la economía y a la futura fuerza de trabajo con sus subvenciones y créditos universitarios a destajo, repartidos entre muchas familias de escasos recursos, pero en cuyos núcleos sólo una mínima parte de los beneficiarios poseen reales méritos académicos como para ser becados. "Universidad para todos" se ha transfigurado con los años en "buenos trabajos para nadie", ya sea por efecto de una falsa e injusta competencia, o por una sobrecarga de cartones o títulos.

Hoy la necesidad está (creo) en volver a lo esencial y en culturizar desde la base una sociedad para el emprendimiento, anulando aquel peligroso paradigma de que "a la persona la hace un título". A las instituciones que venden el servicio de la educación superior (y en particualr las privadas) como una necesidad de primer orden que debe ser cubierta a cualquier coste, no se les está exigiendo respaldo alguno por lo que venden, garantías de que nos están facilitando el futuro. El Estado ha declinado en sondear esta materia, y lo que es peor, ha hecho posíble que afloren sin grandes barreras ni exigencias, más instituciones de este tipo o que las ya asentadas crezcan y se expandan sin tope visible, profundizando la mediocridad de su oferta, conforme se expande el mercado de la educación. Siento más cierta que nunca aquella ley de vida que dice: "todo lo masivo, no es de calidad".

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