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El hombre no es más que un títere de las condiciones que lo han forjado como tal, no es ni remotamente libre aunque lo jure, pero tiene una ventaja y esta es la de transfigurarse en su propio déspota, imponiendo el orden a sus ideas, afanes y sentimientos, acallando en su mente las voces disidentes que paralizan toda determinación, para de esta manera elegir un modo, definir un estílo y crearse a él mismo (self made man). Quien no sea capaz de lograrlo, caerá en la desgracia de dejarse guiar por los más fuertes, de depender siempre de las circunstancias y llegará a culpar más de mil veces al mundo y al destino (pero jamás así mismo) de todas sus desdichas, cargando en esta era el sino atemporal de la esclavitud.
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La libertad es siempre usufructo de los individualistas más evolucionados, aquellos que se compensan en sí mismos, han llegado a desarrollar una moral sólida y no confunden la libertad de ser, actuar y pensar con un mero libertinaje, anárquico e incoherente.