Patria = Pertenencia = Nación ≠ Raza (Etnia)
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"El racismo es la forma más baja, burda y primitiva de colectivismo. Es la idea de atribuír un significado moral, social o político al linaje genético de un hombre... Lo que significa en la práctica, que este será juzgado no por su propio carácter y acciones, sino por los personajes y acciones de un colectivo de antepasados" (Ayn Rand).
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"El racismo es la forma más baja, burda y primitiva de colectivismo. Es la idea de atribuír un significado moral, social o político al linaje genético de un hombre... Lo que significa en la práctica, que este será juzgado no por su propio carácter y acciones, sino por los personajes y acciones de un colectivo de antepasados" (Ayn Rand).
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Hoy 12 de octubre, las naciones americanas celebran al unísono el "Día de la raza", una concepción que comienza a tomar forma a principios del siglo pasado, como una respuesta fundamentalmente latinoamericana a toda esa suerte de nacionalismo e intransigencia étnica enferma de la que se vieron presos por décadas los Estados europeos y que terminaría en una serie eventos por todos conocidos: estallido del nazismo en Alemania, el holocausto judío y la Segunda Guerra Mundial. En suma: la exterminación de cerca de 70 millones de personas a lo largo y ancho de todo el viejo continente, en su mayoría civíles como siempre.
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Cuando esta celebración comenzó a gestarse en nuestro continente, lo hizo proyectando el "orgullo de raza" sobre el colectivo mestizo (fusión indígeno-europea), una simple y llana trivialidad conceptual o generalización absurda, puesto que no toda América es mestiza, el mestizaje no reviste los mismos niveles en todos los países, como así mismo coexisten aquí descendientes de todos los linajes del planeta, habiendo prevalecido el elemento europeo fundamentalmente entre las elites locales, que los mantuvieron casi inalterados por siglos. Sus elevadas condiciones de vida, continúan contrastando enormemente con las más precarias de la mayoría de la gente, esto ha dado pie a la idea de muchos autores de que Latinoamérica jamás se libró del todo del yugo europeo, pues al final del día todo lo que recuerde a Europa sigue gozando de privilegios.
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Lo contrario ocurre, por ejemplo, con las enormes poblaciones de orígen africano arrivadas con la esclavitud desde el siglo XVI, a pesar de contar hoy con plenas libertades civiles, continúan siendo las más castigadas por el sistema y las que con mayor dificultad logran ascender en la escala socio-económica de sus países, inclúso donde tienden a ser mayoría (particularmente en el caso de Brasil), esto debido a la persistencia del semptiterno orden racista con que los colonos portugueses y españoles estructuraron el continente, similar en todo al orden de castas de la India. En países como Chile y Costa Rica, la exclusión histórica ha operado principalmente sobre las gentes de orígen nativo: mapuches o brirís.
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Más allá de la triste evidencia, debemos comprender que el racial es un criterio cada vez más en deshuso, especialmente porque en ninguna latitud del planeta se puede hablar de "razas puras", sino más bien de la sobrevivencia del fenotipo (aspecto físico), resultante de los azares de una recombinación genética. Debieramos en cambio mentalizarnos más en el concepto de metafísica: la mística de un pueblo o nación, impuesta a cualquier tipo de homogeneidad y que en general es la resultante de una diversidad de cosmovisiones. De esta manera cuando hablamos de la famosa "espiritualidad alemana", "el espíritu americano (EEUU)" o de la "identidad judeo-cristiana", estamos conscientes de que son conceptos excepcionales y no replicables, que refieren a algo que va mucho más allá de la raza, un "algo" forjado por el refinamiento de la cultura.
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Dicho sea de paso, el Día de la raza en Latinoamérica debiera mejor llamarse el "Día de todos los pueblos y culturas", tal como lo comprenden los argentinos, así referenciamos mejor a la "gran metafísica" que unifica a las naciones del continente, cuyos eventos históricos y niveles de desarrollo político, económico y cultural, continúan siendo semejantes. Este orden de cosas, creanme, es mucho más espeso que la sangre que corre por nuestras venas.
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Cuando esta celebración comenzó a gestarse en nuestro continente, lo hizo proyectando el "orgullo de raza" sobre el colectivo mestizo (fusión indígeno-europea), una simple y llana trivialidad conceptual o generalización absurda, puesto que no toda América es mestiza, el mestizaje no reviste los mismos niveles en todos los países, como así mismo coexisten aquí descendientes de todos los linajes del planeta, habiendo prevalecido el elemento europeo fundamentalmente entre las elites locales, que los mantuvieron casi inalterados por siglos. Sus elevadas condiciones de vida, continúan contrastando enormemente con las más precarias de la mayoría de la gente, esto ha dado pie a la idea de muchos autores de que Latinoamérica jamás se libró del todo del yugo europeo, pues al final del día todo lo que recuerde a Europa sigue gozando de privilegios.
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Lo contrario ocurre, por ejemplo, con las enormes poblaciones de orígen africano arrivadas con la esclavitud desde el siglo XVI, a pesar de contar hoy con plenas libertades civiles, continúan siendo las más castigadas por el sistema y las que con mayor dificultad logran ascender en la escala socio-económica de sus países, inclúso donde tienden a ser mayoría (particularmente en el caso de Brasil), esto debido a la persistencia del semptiterno orden racista con que los colonos portugueses y españoles estructuraron el continente, similar en todo al orden de castas de la India. En países como Chile y Costa Rica, la exclusión histórica ha operado principalmente sobre las gentes de orígen nativo: mapuches o brirís.
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Más allá de la triste evidencia, debemos comprender que el racial es un criterio cada vez más en deshuso, especialmente porque en ninguna latitud del planeta se puede hablar de "razas puras", sino más bien de la sobrevivencia del fenotipo (aspecto físico), resultante de los azares de una recombinación genética. Debieramos en cambio mentalizarnos más en el concepto de metafísica: la mística de un pueblo o nación, impuesta a cualquier tipo de homogeneidad y que en general es la resultante de una diversidad de cosmovisiones. De esta manera cuando hablamos de la famosa "espiritualidad alemana", "el espíritu americano (EEUU)" o de la "identidad judeo-cristiana", estamos conscientes de que son conceptos excepcionales y no replicables, que refieren a algo que va mucho más allá de la raza, un "algo" forjado por el refinamiento de la cultura.
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Dicho sea de paso, el Día de la raza en Latinoamérica debiera mejor llamarse el "Día de todos los pueblos y culturas", tal como lo comprenden los argentinos, así referenciamos mejor a la "gran metafísica" que unifica a las naciones del continente, cuyos eventos históricos y niveles de desarrollo político, económico y cultural, continúan siendo semejantes. Este orden de cosas, creanme, es mucho más espeso que la sangre que corre por nuestras venas.
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