El mundo de las letras hoy ha vuelto a reconocer el talento de uno de los más grandes escritores de nuestro continente: el peruano Mario Vargas Llosa, extendiéndole el máximo galardón existente: El Nobel de Literatura. Merecido premio para un autor prolífico y trabajólico que jamás anduvo con tapujos a la hora de reflejar sus tendencias políticas, palpables a lo largo de toda su obra.
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"La ciudad de los perros", "El Pez en el Agua" y "Los Cachorros" son algunas de sus obras más laureadas, una radiografía de la (no pocas veces triste) realidad continental, historias que captan con facilidad el interés doctrinario de aquellos que nos reconocemos abiertamente liberales, retratando toda la pequeñéz de la ingente masa popular que define nuestra idiosincracia : clientelística, mediocre y colectivizante.
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Hubo un tiempo en que Vargas Llosa participó activamente en la política de su país y fue uno de los candidatos presidenciales con mayor proyección el año 1990, viéndose finalmente superado por Alberto Fujimori y truncadas sus expectativas de presidir algún día la Casa de Gobierno, desde entónces se dedicó de lleno a lo que ha sido su vida: la literatura, de alto contenido político y crítico, expresada en ensayos, obras de teatro, narraciones, etcétera.
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No es un tratadista y en tanto, puede no ser menos cierta aquella crítica que sostiene que sus posturas tienden más a la subjetividad que al análisis riguroso, propio de cientistas políticos y sociólogos. Sin embargo debe quedar en claro que el liberalismo no se acaba en una simple postura política y en un modelo económico establecido, es principalmente un credo, una doctrina de vida, en la que precisamente no hemos sido jamás curtidos los latinoamericanos y tal vez esa sea la primera lección de nuestras miserias, las limitaciones de países completos a la sombra y custodia de la omnipotencia Estatal. Vargas Llosa apunta sus dardos en esa dirección, con el objetivo de abrirnos los ojos, señalando de paso a quienes nos mantienen vendados.
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"La ciudad de los perros", "El Pez en el Agua" y "Los Cachorros" son algunas de sus obras más laureadas, una radiografía de la (no pocas veces triste) realidad continental, historias que captan con facilidad el interés doctrinario de aquellos que nos reconocemos abiertamente liberales, retratando toda la pequeñéz de la ingente masa popular que define nuestra idiosincracia : clientelística, mediocre y colectivizante.
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Hubo un tiempo en que Vargas Llosa participó activamente en la política de su país y fue uno de los candidatos presidenciales con mayor proyección el año 1990, viéndose finalmente superado por Alberto Fujimori y truncadas sus expectativas de presidir algún día la Casa de Gobierno, desde entónces se dedicó de lleno a lo que ha sido su vida: la literatura, de alto contenido político y crítico, expresada en ensayos, obras de teatro, narraciones, etcétera.
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No es un tratadista y en tanto, puede no ser menos cierta aquella crítica que sostiene que sus posturas tienden más a la subjetividad que al análisis riguroso, propio de cientistas políticos y sociólogos. Sin embargo debe quedar en claro que el liberalismo no se acaba en una simple postura política y en un modelo económico establecido, es principalmente un credo, una doctrina de vida, en la que precisamente no hemos sido jamás curtidos los latinoamericanos y tal vez esa sea la primera lección de nuestras miserias, las limitaciones de países completos a la sombra y custodia de la omnipotencia Estatal. Vargas Llosa apunta sus dardos en esa dirección, con el objetivo de abrirnos los ojos, señalando de paso a quienes nos mantienen vendados.
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