lunes, 17 de junio de 2013

La incuestionable existencia de Dios

No soy un hombre de religión, ni pretendo serlo nunca, nací cristiano pero no puedo considerarme tal y sin duda me es indiferente la figura de los santos y profetas, llámese este Jesús, Muhammad (Mahoma), Abraham, Zaratustra, Moisés o Siddharta Gautama, algunos de los cuales más que describir al Dios verdadero, bosquejaron la figura tiránica de un Dios-Estado, primitivo y totalitario, un Demiurgo vengativo, implacable y castrante: el Dios dogmático de la Iglesia Católica, el Yahvé judío o el Allah de los beduinos árabes, que poco tiene que ver con el Allah persa, encarnación de la remota figura de Ahura Mazda (el Creador Increado), antigua descripción gnóstico/aria que refiere al Dios único y benevolente, que para manifestarse y dar vida a todo lo existente, debió bifurcarse, formando un universo dual de luz y oscuridad, donde el libre albedrío es el prisma fundamental y las creaciones inteligentes (ángeles y seres humanos) debiesen apuntar a la virtud, la rectitud, el amor y todos los valores constructivos de la trascendencia, en los cuales posa el ejemplo de los "iluminados" de cada época y lugar.

Para un mundo liberal, materialista y post-racionalista la figura de Dios ha sido -al menos teóricamente- fundamentada por la mecánica cuántica, para la geometría, matemática y numerología Dios es el equivalente del 1: número místico primordial que refiere al punto de partida o condensación del "Todo". Somos un ir y devenir (reciclaje) de individualidades o proyecciones efímeras, fluidas de la única gran mente que simplemente nos ha imaginado. Así mismo los antiguos alquimistas hablaban de la "piedra filosofal" para referir a la materia prima del Universo, el elemento básico que encarna a  la naturaleza última de Dios y de la cual se habrían desprendido todas las demás naturalezas ilusorias de las que se componen los distintos elementos. Para el hombre de fe en cambio, Dios es un aliento de esperanza, un grito de batalla, el hacedor de milagros y dador de lo imposible. Contrasta con la razón y con la fe, el ateísmo de aquellos que no ven ni sienten a Dios, y que "necesitan pruebas" para dejar conformes sus limitadas mentes. Respiro el aire, pero no lo veo, sé de la existencia de un microcosmos microbial y atómico, pero tampoco lo veo... ¿acaso necesito pruebas para creer en Dios a quién no puedo ver, y que  jamás alcanzaré siquiera a dimensionar?

Dios existe, no cabe duda, y es posible alabarlo tanto en la mezquita, como en la iglesia, en la cárcel como en el baño... ni la belleza del templo, ni la pompa del ritual son imprescindibles para lograr una cercanía con Dios, por tanto las religiones no son más que una certera pérdida de tiempo, un cúmulo de inútiles dogmas que no hacen más que rendir culto al Dios-Estado y al Dios-raza, idealizado por algún filósofo (más bien corporativismo) oportunista o desquiciado. Ni el islam, ni el judaísmo, ni el cristianismo, ni el budismo, ni el hinduismo, ni nada están en condiciones de acusar "monopolio de la figura de Dios", puesto que los constructos humanos no pueden contener al Todo. Las religiones en tanto no son más que un intrincado relato, producto de la historia, del paternalismo, de la manipulación, los deseos y frustraciones, humanas contradicciones, miedos heredados, mitos populares, superstición, orgullo, nacionalismo, guerras y hasta de estrategias políticas -no pocas veces asociadas al imperialismo- de  un determinado colectivo.

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