viernes, 8 de noviembre de 2013

ETERNO RETORNO

Clásica ilustración del dragón-serpiente devorando su propia cola, en referencia a la naturaleza cíclica del tiempo en el Universo: el eterno retorno de lo mismo. De fondo el Sol Invictus: alegoría mística de los pueblos arios, común en la simbología romana, persa y germánica, entre otras.

La primera vez que vi una reproducción de la imagen que abre el presente post fue hace muchos años en las primeras páginas del best seller "El Alquimista" de Paulo Coelho, libro ambientado en el Magreb, Egipto y el sur de España, parajes hoy considerados más bien exóticos pero que guardan buena parte del legado de la humanidad, además de los secretos y de la magia inextinguible, latente entre las ruinas de Cartago, las pirámides de Egipto y las mezquitas de Córdoba, donde alguna vez se sintetizaran los grandes aportes del paganismo germánico y romano, del islam, del cristianismo y del judaísmo. En aquel libro, Coelho hace además referencia a Salem (ciudad palestina, antesala de la Jerusalem judía, presumiblemente fundada por colonos arios), reviviendo al rey que habría gobernado sobre la misma: Melquisedec, clave en influenciar el arrojo del personaje hacia la búsqueda de su destino, más allá del Estrecho de Gibraltar.

Aunque "El Alquimista" es ante todo un libro simbólico y que obedece como tantos otros a la lógica de la autoayuda y al fermento de la ideología global new age (considerada más un peligro que un aporte por quien escribe estas líneas), es evidente que Coelho más que ficción, compila en rangos muy superficiales ciertas pildoritas del antiguo conocimiento esotérico, que tuvieron todos los pueblos desde el norte de la India al sur de Europa. Algunos de estos conocimientos, develados en "El Alquimista", tienen que ver con la importancia de los sueños (lo que en la década de los '30 Jung ligaría al "arquetipo") y con la búsqueda del oro alquímico, que no consiste en la transmutación física de los metales en piedras preciosas, sino de la evolución espiritual del mago-hombre al Ubermensch u hombre trascendental.

Curiosamente, fue este mismo orden de ideas lo que alejó al más grande de los filósofos occidentales: Friedrich Nietzsche, de su nihilsmo absoluto, pues comprendió el alemán que el Ubermensch es entre todos, el más importante y noble ideal u arquetipo humano, inspiración hacia una incesante búsqueda que no podría culminar jamás en una sola vida, a menos que esta fuera una vida eterna, algo similar pero en algún punto inconciliable con la idea de resurrección de la carne o de reencarnación. Para Nietzsche la idea del eterno retorno es también una invitación para romper con el karma judeizante del miedo, a modo de vivir una existencia plena y libre, relegando el remordimiento a un segundo plano, pues todo error -si se quiere- podrá ser corregido en la siguiente existencia.


"La muerte no es el fin y tras la muerte todo vuelve a acontecer hasta en el más mínimo detalle" sugirió alguna vez el ariosofista Miguel Serrano, de esta manera en otro espacio-tiempo los seres nacerán una vez más de las entrañas de la misma madre, el deja vú y los recuerdos del futuro (de los que tanto escribiera el incomparable Philip K. Dick) pueden así ser explicitados; esto es lo que al menos parecen haber supuesto sobre el misterio de la vida y del Universo, los alquimistas medievales que ilustraron tantas veces en sus crípticos la imagen de la serpiente circular (burlando las acusaciones de herejía), así como también los gnósticos y las antiguas escuelas de misterios griegas, persas y egipcias, a las cuales Nietzsche en honor a sus antepasados, toma demasiado en cuenta.

En lo sustancial, se puede concluir que la idea del "Eterno retorno" está impresa en lo más profundo del subconsciente humano, siendo regla de oro en "la gran patria" de los arios antes, durante y después de su dispersión por Eurasia. Es el nexo evidente entre la idea de reencarnación (propia de la India y ciertas sectas islámicas de Medio Oriente como los drusos y yazidistas), con la idea de resurrección en un mundo espiritual que nos legara el cristianismo, esta idea también parece haber sido fuerte entre los griegos y principalmente en el ideoscosmos platónico e igualmente poderosa en el zoroastrismo y en el islam chííta sepitamano y duodecimano, que sostiene la teoría de los "Imanes Ocultos": líderes espirituales que mueren y retornan varias veces al mundo físico, para señalar en su ejemplo de vida el camino recto y divino a las naciones de la tierra. 

Para el Islam Chiíta: religión persa, Jesús fue una encarnación más de los imanes. Curiosamente este mismo Jesús (el Mesías nazareno, no judío) fue según la leyenda visitado en su nacimiento por tres astrólogos persas que practicaban la religión de Zoroastro: el Zaratrustra de Nietzsche que nos descubre la idea del Eterno Retorno, ciclo de naceres y renaceres constantes que Miguel Serrano fundamenta en la teoría de que "en el Universo el tiempo es infinito, no así la energía y la materia que se reciclan constantemente, repitiendo inclinaciones conocidas". Aquel ciclo eterno y reiterativo sólo podría romperse -según Serrano- con la consecución del estatus de Ubermensch (Super Hombre), lo que para el hinduismo es "alcanzar el Nirvana" y el cristianismo y el islam reconocen como "el Paraíso", un arquetipo de los mundos superiores, descritos también por la Cábala babilónica.

:.: