sábado, 30 de noviembre de 2013

CRISTO: Entidad Solar


Estamos ad portas de celebrar una nueva navidad, pero después de 2013 años es curioso que muy pocos estén en conocimiento del origen simbólico de Cristo, quien lejos de ser un profeta judío con existencia real en la Palestina histórica, fue un plásmata (concepto de Philip K. Dick) o un imán (según el islam chiíta), es decir un arquetipo u entidad proveniente de los mundos superiores, encarnada en el mito, en las alegorías y los anhelos de los "hijos de la luz": seguidores de Mitras y de Ahura Mazda, los feligreces de la religión solar aria.

El nombre de Cristo, proviene de la palabra griega "Christos" que significa "el ungido", es decir un primo inter pares, nacido humano como cualquier otro, pero con una cualidad divina: la de ser mensajero o portador de la luz de Ahura Mazda, la misma que cargaba en su antorcha Prometeo, pupilo de Mercurio o el dios solar persa: Mitras, adoptado posteriormente por los romanos y que pudo haber sido eje de culto en Occidente, de no haberse inclinado Roma por el cristianismo como religión oficial.

En su máxima decadencia moral, espiritual, religiosa, económica y política, el Imperio Romano tuvo en Constantino al último gran estratega, que reunificó al imperio con el cemento de la nueva religión cristiana: un sincretismo entre el culto solar mitraico-ario y la figura histórica de un sabio judío, un tal Joshua (Jesús en español). De esta manera el cristianismo es otra tergiversación de la verdadera religión, combinando dos naturalezas de distinto origen en la figura de su salvador Jesús-Cristo (Joshua-Christos), por un lado un simbolismo grandilocuente solar-mitraico-ario: Christos y del otro, la filosofía de Joshua, ligada a la vida espiritual por sobre el materialismo y la fe en la resurrección, todo lo cual debió ser atractivo a los más desposeídos.

Anterior al cristianismo, el culto de Mitra fue el más extendido en el Imperio Romano, llegó a él por medio de los migrantes sirio-persas. A Mitras se lo representa como a un titán derrotando a un toro, en referencia a la victoria del hombre (o superhombre) sobre la naturaleza. Las corridas de toro -típicas en España- tienen un origen pagano, asociado al culto mitraico.

Puede que Joshua no haya sido siquiera judío, su nacimiento en Belén y prédica en Nazaret (tierras palestinas gobernadas débilmente por el reino de Judá), así como su abierto desprecio por los fariseos y sacerdotes de la época en Jerusalén, reflejan este indicio junto con el hecho de que las más antiguas referencias lo presentan como "el galileo", siendo la Galilea palestina, al igual que la Galacia anatólica, las principales colonias de origen celta o galo (de ahí sus respectivos nombres) que se conozcan en Medio Oriente. Se sabe también que Joshua -de haber sido judío- estaba muy lejos de la ortodoxia, ya que habría pertenecido a la secta de los esenios, en la cual se encontraba fuertemente enraizada la influencia greco-macedónica, las ideas del neo-platonismo y otras inspiraciones egipcias, persas, hindúes, además de las propiamente judías.

Fueron Saulo (el profeta Pablo) y otros seguidores judíos los que tergiversaron la rebelión ideológica de Joshua hasta transformarla en una nueva religión, fiduciaria del judaísmo. Los primeros cristianos fueron en su mayoría judíos en éxodo, luego los esclavos y las capas bajas de la sociedad romana, quienes por su limitada naturaleza estaban imposibilitados de comprender la filosofía esenia, mucho menos la crística.

De cara a una nueva celebración simbólica del nacimiento de Cristo, comprendamos que la Navidad es una celebración solar que festeja en el hemisferio norte la llegada del Solsticio de invierno, época de siembra para el año que viene. La luz de Cristo, es la luz de Dios, la acción creadora, sin la cual no es posible la vida; Cristo no es Dios, sino un profeta encarnado, un mensajero de los mundos superiores, como el Mahdi de los persas o el Buda de la India. Evitemos continuar viendo en Jesús-Cristo a un profeta judío, por sobre lo que realmente es: una alegoría libertadora, una manifestación de lo trascendente, la luz de Mazda filtrada en un mundo de sombras, hasta crear la ilusión óptica de "Cebra", en palabras del filósofo psicodélico Philip K. Dick.

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