Hasta con ayuno se ha declarado la lucha en favor del voto voluntario en nuestro país, una iniciativa que me parece loable, pues su fin es justificado y progresista. El voto voluntario será por cierto como la apertura de una gran ventana por la que entrará un aire renovador a la política nacional, cuyo excesivo y desusado institucionalismo hoy nos cae a pedazos sobre las cabezas.
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Chile es un país excesivamente liberal en todos los ámbitos. Sobrevive una economía de mercado a pinceladas de reformas sociales hechas en los gobiernos de la Concertación, pero el modelo sigue siendo el libre mercado, acusando ciertos excesos que podrían corregirse, como es la propiedad privada que recae sobre las aguas, un derecho que un país en desarrollo como el nuestro, debiera seguir en manos de todos los chilenos, pues aún no somos un país rico que podamos darnos el lujo de dejar todo y absolutamente TODO en manos privadas.
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Liberales también se han vuelto nuestras actitudes vitales, que más allá de nuestra herencia latina y de la gran impronta dada de forma natural a la institución de la familia y al espiritu colectivista o tribal, descubre hoy la instauración de un perceptible y a veces insano (mal entendido) individualismo, que podría llegar a corregirse y perfeccionarse a medida que nuestra sociedad va madurando.
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Sin embargo hay quienes todavia abogan por un liberalismo truncado, débil de una pata o consolidado sólo en un sentido (económico para la derecha y político para la centro-izquierda) y en otros definitivamente no. Una casta de políticos que pretenden mantener el status quo ad infinitum. Tener el control por siempre y poder predecir el comportamiento eleccionario para atacar en un sentido y echar la suficiente miel populista de siempre (cuyo valor económico y político bien conocen) con objeto de ganar elecciones.
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No es de extrañar, en este sentido, las actitudes de la UDI (partido popular IMPOPULAR) de clara oposición al voto voluntario, por obvia involución frente al progresismo y al cambio, ni tampoco ciertas actitudes del gobierno, gobierno acostumbrado a ganar elecciones y a perpetuarse en el poder por casi por 20 años. A ellos no le acomoda un cambio de tal magnitud, no. El politico chilensis hijo del populismo discreto y que gusta de aguas calmas y estabilidad neutra que no permite cambios ni para bien ni para mal, ese político, es el mayor enemigo de las reformas verdaderas.
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Pero la estabilidad que aquí nos interesa no es la de la clase política, pues ellos son sólo nuestros representantes y nuestro instrumento. Instrumento de un individuo que decidió votar y eligió individualmente su destino, pretendiendo aportar con su elección a un destino conjunto, destino de todo un país. A los políticos tradicionales no les gusta que les cambien las reglas del juego, pero el ciudadano común no piensa en el político, sino en su futuro y en su propia comodidad.
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Votar por obligación es cohibir la libertad de ejercer el derecho a voto. Todo derecho debe mediar la elección a su usufruto y por tanto el voto voluntario e inscripción automática ES una necesidad, el camino y la luz de una democracia consolidada y sólida. Democracia hecha por individuos libres y responsables, no por colectivos ignorantes con actitud de masa y comportamientos adivinables, y a la vez fácilmente conquistables por el clientelismo de siempre.