La escritura es un acto de expresión, en estos días: resistido por muchos, asistido por pocos y de vital importancia para la minoría restatante.
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Claramente no pretendo hablar aquí de la manera habitual de comunicarnos en medio de esta era de tecnologización e ignorancia elevada al cubo (más del 70% de lo que la gente hace en Internet, es tiempo perdido o no les aporta nada), no hablo de la cotidiana gestión de envíar mails, ni de escribir un par de líneas en Twitter por que está de moda o de pasarse la vida en Messenger, desde luego que no. Hago mención del arte de escribir, de expresar ideas, creencias, valores o sentimientos en los formatos más tradicionales; como historias de vida, diarios de campo, biografías y autobiografías, ensayos, cuentos, poesía, manuales, instructivos, cartas, reflexiones, etcétera.
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El arte de escribir, aquello tan honesto como auténtico, continúa cediendo terreno a cuanta otra actividad cultural o recreacional existe o surge de la nada, y ya no hay vuelta atrás, por fortuna debo argumentar. Y es que es no es concebible que en un mundo - supuestamente - más informado, letrado o culto, por este sólo hecho se cultive además, un mayor amor por la escritura entre las personas. Hoy más que siempre, las señales parecen apuntar a lo contrario.
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Escribir, como hacen los verdaderos escritores, resume una síntesis de varios actos previos como son contemplar, analizar, experimentar, indagar, vivir en carne propia ciertas experiencias y sobretodo: leer, pero no me refiero con ello a una lectura laxa de los diarios, algunas revistas, ciertos libros y ya... hablo de una lectura interpretativa, que exija al lector-escritor una postura precedente (más o menos flexible), para luego abrirse espacio en los mares de la información adquirida.
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Finalmente el escritor auténtico, tiene presente también lo siguiente: escribir no se trata de adoctrinar a otros, como tampoco de dar prioridad a la idea de comunicar una enseñanza o un punto de vista valioso que deba ser recogido por sus justos destinatarios. Un escritor virtuoso escribe primero que nada para él mismo, pretendiendo aclarar sus propias ideas, ordenarlas y ratificarlas, plasmando de tal manera sus pensamientos y evitándose el desgaste de dejarlos girar constantemente en aquella caja negra que es la actividad mental.
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Rescato las palabras del escritor argentino Pedro Mairal: "La escritura es un tributo":
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La escritura es un tributo, la manera de, no sé si de devolver, pero sí de asimilar, de entender, tener la ilusión de que todo el caos entra en una suerte de orden lírico o poético. Que es falso también: es a su vez un caos, pero hay una sensación de que escribir te redime un poco. Eso es lo que me pasa con la escritura, me hace sentir bien. Por eso me siento bien cuando escribo, porque siento que hice lo que tenía que hacer y yo siento que lo que tengo que hacer es escribir.
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