miércoles, 28 de octubre de 2009

En agradecimiento a mi perro Nerón, el pequeño ser viviente que iluminó mi existencia y la de mi familia en los últimos once años. Descanza en paz viejo amigo.
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Deseo ser como tú, un alma tan libre y tan pura que me enseñó la simpleza de ser felíz... siempre dispuesto a dar y recibir cariño, esperando atento por jugar y compartir.

Tengo tanto que agradecerte en tu partida, hay tanto por lo que voy a recordarte, experiencias por las que jamás podré olvidarte. Me enseñaste mucho más de lo que yo pude darte.

Fuiste sabio e inteligente, tremendamente bueno y compasivo. Gracias por tu amistad sin condiciones, tu cariño sin limitaciones, tu bondad y pureza sin comparaciones.

Tu cuerpo volverá a la tierra, pero parte de tu alma siempre estará junto a nosotros, velándonos, amándonos y fortaleciéndonos.

Si Dios siempre vivió en tí, latiendo en tu corazón, en cada segundo de tus hermosos once años, no entiendo porqué no irías tú a vivir por siempre junto a él, en las grandes alturas, en el universo sin forma ni tiempo.

Te recordaré por siempre querido amigo y rogaré hasta el fín por el día en que pueda volver a escuchar tus ladridos y juegue nuevamente contigo; corriendo, escondiéndome, saltando, volviendo a ser niño.

Hasta siempre y gracias, gracias por enseñarme el verdadero valor de la existencia: amor, entrega, amistad, simpleza...