Según la revista Time, el rostro de esta mujer creado por una simulación de computadora, será representativo del futuro fenotipo norteamericano. La constitución física de una nueva raza, podría resultar muy similar al tipo mediterráneo actual, mayoritario en el sur de Europa, Latinoamerica, Asia occidental y Medio Oriente.
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"En lo puro no hay futuro, la pureza está en la mezcla, en la mezcla de lo puro, que antes que puro fue mezcla", versa el coro de un conocido tema de los españoles Jarabe de Palo. Ciertamente la reflexión de este post es muy contemporánea y no representa en absoluto un anacronismo racista ni nada por el estílo. El actual estadio de globalización, las constantes migraciones, el interculturalismo y la creciente tasa de matrimonios interraciales en países como Estados Unidos, Inglaterra y Francia, ha sacado a relucir este tópico de discusión y es que la democracia y el pináculo de la proclama universal de los derechos humanos, son procésos que a la larga culminarán también en la evolución de aspectos antropológicos, en otras palabras una mutación radical de los esquemas de nación que no tan sólo serán visibles en la dimensión cultural y tecnológica sino por sobretodo también: etnográfica.
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Es evidente que a pesar de la defensa irrestricta, las pruebas ciegas y absurdas de los separatistas raciales: la raza pura es la más retrograda de todas las ideologías, ya que no existe ni existirá jamás algo parecido. Y ni siquiera los apartados pigmeos, los enclaustrados indígenas amazónicos, ni los ainus japoneses (como alguna vez se supuso) consituyen un ejemplo remotamente cercano. Seas mulato, mestizo americano, europeo, indígena, africano o asiático de piel amarilla, lo único que nos da la impresión de pertenecer a un grupo u otro, no son los genes, no es la sangre: más bien es el fenotipo, vale decir el aspecto físico, tus rasgos caractéristicos.
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Así sea dicho, sólo basta con posarse cinco minutos frente al espejo y analizarse un poco físicamente: desde el color de nuestra piel, al largo de las extremidades, la forma del tronco, la simetría del rostro, etcétera, datos que nos detallan el pasado. Sigan el ejercicio y se darán cuenta con facilidad, de que la mayoría de nosotros no somos ni más ni menos mestizos. Pómulos salientes (el rasgo característico del índigena americano) o cuerpos menudos y extremidades largas (típicos del fenotipo mediterráneo), son rasgos comunes en estos parajes, aunque de seguro, abundan también señas que acusan algún otro orígen. Es como somos, producto de la mezcla de razas ántes ya mezcladas o mejor dicho el subproducto de un subproducto fenotípico.
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Niña pertenciente a la etnia uyghur de China, parte de una minoría racial que acusa evidente mezcla de elementos: europeo-nórdico y asiático-mongoloide.
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Niña indú, de la región de Punjab con ojos tan claros que se desdicen con el color de su piel. La India es el país-continente más poblado del planeta, con la mayor diversidad de razas y fenotipos conocidos. Es probable que esta niña exhiba los rasgos de antepasados indoeuropeos provenientes del Cáucaso que legaron el idioma y la milenaria cultura (sánscrita) a todo el territorio.
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Nuestra definición del otro, siempre es formulada con un dejo de etnocentrismo: como analizando a un ente distinto, a un "otro" radicalmente diferente de nosotros, tanto en lo cultural, como en lo espiritual y desde luego también en lo étnico. La mayor parte de las veces esta es una cualidad dictada por nuestro subconsciente y otras tantas, difundida como una peligrosa pancarta política segregacionista cuyos efectos en la historia antigua y reciente ya los conocemos: el abuso contra los pueblos índigenas en tiempos del Imperio Español y Portugués, los pogroms, el genocidio armenio, el aparteid, el holocausto, etcétera. No recuerdo si fué Henry Miller o algún otro escritor norteamericano quien con bastante lucidéz en los años cuarenta sentenció lo siguiente: "tuve que convivir con los negros, para descubrir que eran espeluznantemente iguales a los blancos o tal vez más parecidos a mí que otros de mi misma raza".
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De esta manera, el racismo es claramente un constructo político que por lo general persigue siempre la imposición de una mayoría étnica a una minoría de la cual desconfía o de la que se pretende obtener algún provecho. Nunca son muy claros los fundamentos antropológicos y científicos que mueven a estas peligrosas ideologías que nos atiborraron en el siglo pasado. Por lo común se nos presentan como facismos, a veces disfrazados subliminalmente en la vida cívica.
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Desde que el mundo es mundo, las más diversas naciones se han atribuído la condición de "supremacía racial", sin que esta peligrosa idea haya sido monopolio de la raza blanca, de hecho chinos, japoneses y hasta algunas culturas precolombinas llevaron a cabo sus expansiones históricas tomando como fundamento preceptos racistas. Son los ignorantes y los idealistas quienes compran las vagas razones del poder en tiempos de crisis, así en la Alemania Nazi, por ejemplo, se propagó con facilidad no sólo el odio anti-semita, sino también el anti-eslavismo (antipatía a los pueblos eslavos: polacos, checos, rusos, etcétera), una doctrina que en sus planteamientos racistas ocultó razones mucho más sórdidas y de mayor peso como el mentado interés alemán de expandirse por el terreno físico (y de abundantes recursos primarios y mano de obra) de estos pueblos colindantes.
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Siempre se ha conjeturado que el mayor antisemita de la historia contemporánea: Adolph Hitler, era de hecho parcialmente judío (leáse al respecto un interesante artículo de Mohammad Ali Ramin, actual Consejero del gobierno iraní, que dicho sea de paso hoy por hoy es uno de los pocos gobiernos abiertamente anti-semitas) y que el racismo expuesto en sus discursos y en el manual Mi Lucha, no fué más que el necesario combustible para movilizar al pueblo germano hacia la consecusión de intereses imperialistas. Lógicas similares se multiplican a lo largo del planeta hasta el día de hoy, desde el genocidio armenio en manos de los turcos, al fraccionamiento étnico-religioso de la ex-Yugoslavia y el genocidio de miles de kurdos ordenado por el sentenciado dictador iraquí: Saddam Hussein hace sólo unas cuantas décadas.
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Volviendo a aquella definición "etnocéntrica" que se tiene del otro, es interesante analizar como se mueve la lógistica (en la manipulación de imagenes culturales) dentro de algunas sociedades, por ejemplo actualmente en Estados Unidos. Desde hace algunos años este país entró en guerra con la facción extremista del país más pobre de Asia Central: Afganistán y para crear conciencia nacional de un "inminente peligro", difamaron la imágen del afgano promedio como la de un talibán en potencia, un fanático religioso tercermundista, peligroso, oscuro y hasta bien definido étnicamente, más allá de entrar en profundidad de cuanta gente inocente y pacífica habita este país desglosado en decenas de linajes o el hecho no menor de que los fundamentalistas son sólo una camarilla (minoritaria) que se hizo con el poder en base a amenazas y muerte.
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Pues bien, las vueltas de chaqueta en ocasiones son muy evidentes: la misma sociedad norteamericana en los años ochenta (cuando Estados Unidos estaba en abierta rivalidad con la Unión Soviética) trató de conmoverse con la realidad de aquel país amenazado por el yugo socialista y difundió en ese entónces la imágen de los talibanes no como unos fundamentalistas peligrosos sino ante todo como "guerrilleros en pro de la libertad de su pueblo" y para asegurar aquel sentimiento de apoyo (y de paso profundizar la repulsión nacional a la URRS), fue muy publicitada en la década, la clásica imágen de una chica afgana de rasgos európides y rostro sufriente. El trasfondo de esta imágen es muy claro: concientizar al pueblo norteamericano de que los afganos eran sus hermanos de sangre, gente que al igual que ellos luchaban contra el "imperio del mal", sería poco ético desde ese punto de vista racista, no hacer nada por ellos, dejarlos a la suerte del avasallamiento de un pueblo cuya ideología "era la equivocada".
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Desde luego para una sociedad fundamentalmente blanca (o al menos gobernada por tales patrones) era mucho más fácil conmoverse con un rostro familiar, que con los rasgos estereotipados que se tiene comúnmente de la gente que habita fuera de los márgenes de Europa. Así mismo, no les quepa duda que desde el momento en que Estados Unidos se declaró enemigo de Afganistán (lo mismo que de Iraq), las imágenes más difundidas de las gentes de aquel país caen todas en los absurdos estereotipos (analizar los siguientes ejemplos: 1, 2, 3, 4), la alerta subconsciente que nos hace relacionar al enemigo con un agente extraño, un ser de otro mundo. Pocas son las imágenes cuantiosas de la masacre que se lleva a cabo en aquel polvorín, las que realmente dan testimonio del sufrimiento de los afganos e igual de lamentable el hecho de que si estas logran ser filtradas, cada vez conmueven menos a la opinión pública norteamericana y mundial.
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El tipo de imágenes por las que la gente de países del primer mundo, en ocasiones se conmueven o sienten cercanía hacia los pueblos subdesarrollados de Asia y el Cercano Oriente, cuestionando la actual guerra por motivos 'meramente prejuiciosos': no cuesta imaginar que los rostros "occidentalizados" de estos inocentes niños les recuerden a sus propios hijos. Todas estas fotos corresponden a niños afganos. Más del 30% de la población de aquel país refleja rasgos de estrecha cercanía racial con Europa (sin contar la consanguineidad que es mucho más alta). A los medios de comunicación en Estados Unidos, se les ha vetado expandir estas imágenes, ya que se condicen al estereotipo más definido del enemigo, el cual ha sido manipulado subconscientemente para lograr sustento ciudadano a aquella empresa bélica a todas luces inicua.
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Volviendo a la idea original y al título del presente post, me respondo yo mismo la pregunta de cabecera: ¿Será que estamos a tiempo de pensar en una nueva y futura raza universal?, ¿Terminaría a partir de su constitución, la estereotipada segregación étnica o el racismo, entrando finalmente la humanidad en una nueva fase evolutiva del espíritu?.
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Asumo no tener pasta alguna de idealista, y si he hecho todo el análisis ánterior para responder esta pregunta iniciática, ha sido por algo. Recalqué el hecho de que no existe la raza pura, y en algún momento muchas naciones actuales no tendrán generalizados sus actuales fenotipos: por ejemplo es poco probable que los franceses de los próximos mil años, sean exactamente similares a los actuales (producto de la gran migración africana, asiática y árabe), Estados Unidos que es un verdadero caleidoscopio étnico, en un par de centurias más será una nación más homogénea (y por ende mixta) y así la historia suma y sigue, ¿no les pasó acaso lo mismo a las antiguas civilizaciones?, ¿o los italianos actuales son los antiguos romanos, los griegos de hoy, los mismos de la epoca helénica o los egipcios actuales la misma gente que en el tiempo de los farahones?.
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La historia va en movimiento, es el eterno río que sigue su curso milenario, pero por el que no pasan dos veces las mismas aguas. En unos cuantos decenios más, es muy probable que surja otra nación híbrida y pedante que se abandere con el falso título de la "raza pura", subyugando y denigrando a una segunda, perjudicadada por las circunstancias. Los opresores profesos alguna vez también fueron pueblos oprimidos y viceversa, la historia del hombre está copada de estas situaciones.
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Desconfío también de la palabra globalización como concepto modernista que implica cambios sustanciales a patrones nativos. Creo que la globalización está adscrita a la natura humana, y sin ir más lejos mis antepasados directos: los fenicios ya habían sido un pueblo globalizado ántes del año 1 de nuestra historia, lo mismo los romanos, los conquistadores de América, los navegantes portugueses, etcétera.
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La historia es un ciclo eterno y repetitivo, del cual nosotros: somos unicamente producto de las circunstancias. Frutos de coalición y azorosa mixtura de elementos. Nos identificamos muchas veces con algo que no es más que un constructo: la nación, la etnia, el pueblo y algún que otro símbolo engañoso, cuando lo único certero es que somos ante todo seres humanos y que la globalización actual debiera venir aparejada de cosas buenas como la oportunidad de expandir nuestros criterios, eliminar los sesgos y darnos a la tarea de conocernos mejor, apreciando las simultáneas ventajas de cada cultura, dando la espalda a imágenes y estereotipos trucados, pensar el mundo en términos de integración y progreso y no en focales tonos intermedios.
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