jueves, 7 de octubre de 2010

La liberad no es una lucha, es una elección

Todo hombre es un micromundo en sí mismo, un evento de la historia, decendiente de antiguas civilizaciones y pilar de generaciones futuras. Sus ideas, no son sus ideas hasta que las convierte en su propia doctrina. Están en constante pugna y/o se armonizan en su interior las contradicciones del ambiente, un verdugo psicológico se encarga de castrar en él toda inclinación culturalmente intuida como "improcedente" o "impura", discuten sus ideas los autores, los consejeros toman en su nombre decisiones: padres, abuelos, amigos, políticos, tratadistas, chamanes, clérigos, prostitutas y mendigos han irrumpido alguna vez sus pensamientos plagándolos de reparos, lecciones, chismes, afecto y negaciones, para que finalmente piense de manera errónea que ha actuado por propia voluntad y que sus acciones son netamente dominio de su proceder.
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El hombre no es más que un títere de las condiciones que lo han forjado como tal, no es ni remotamente libre aunque lo jure, pero tiene una ventaja y esta es la de transfigurarse en su propio déspota, imponiendo el orden a sus ideas, afanes y sentimientos, acallando en su mente las voces disidentes que paralizan toda determinación, para de esta manera elegir un modo, definir un estílo y crearse a él mismo (self made man). Quien no sea capaz de lograrlo, caerá en la desgracia de dejarse guiar por los más fuertes, de depender siempre de las circunstancias y llegará a culpar más de mil veces al mundo y al destino (pero jamás así mismo) de todas sus desdichas, cargando en esta era el sino atemporal de la esclavitud.
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La libertad es siempre usufructo de los individualistas más evolucionados, aquellos que se compensan en sí mismos, han llegado a desarrollar una moral sólida y no confunden la libertad de ser, actuar y pensar con un mero libertinaje, anárquico e incoherente.