miércoles, 29 de diciembre de 2010

El mundo post-liberal

En el mundo post-liberal nadie reprime sus instintos, mide sus palabras o se cuida de atropellar la sensibilidad del resto. El consumismo se ha convertido en pan de cada día, porque te valoran casi exclusivamente por lo que posees materialmente, y mientras más moderno, actual y caras sean tus propiedades, más gente se te sumará en el camino, queriendo obtener su tajada.
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Eres esclavo de las financieras y de los bancos, otro pobre y triste imbécil que vive para pagar deudas. Cada día, semana, mes y año te ultrajan el bolsillo, te roban en intereses el excedente de tu trabajo y a tí parece no importarte mucho, mientras la gente falsa te siga rodeando, tu fin en la vida: ser popular (sin ser interesante, inteligente, ni práctico) se sigue consumado, pero cuando ya no puedas sostener tu castillo en la nube, revendrá la desesperanza y ostigará la alternativa del suicidio, te darás cuenta de cuan verdad es aquello que no desconoces desde tus instintos: cuando llevas una vida superifical, si ya no tienes nada que ofrecer, los bolseros: supuestos amigos, desaparecen. Aquel que llega sin que lo llamen, parte sin que lo echen.
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En el mundo post-liberal, la amistad en edad adulta, es un mero lobby, el compromiso prácticamente no existe o tiene una existencia hoy por hoy muy fugaz. ¿Quién piensa en matrimonio ántes de los 30 o 35 años?, ¿Quién pide perdón a Dios por el adulterio, el pensamiento impropio o la desviación sexual? si hasta la verguenza desapareció de este ciclo. ¿Matrimonio para toda la vida?, ¿Proyectos de larga data?, ja!.
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Por donde se mire, el mundo post liberal es una porquería, pero es lo que nos tocó vivir, la señal de nuestros tiempos. Y así como para el hombre medieval era común condenar a muerte a una mujer poco convencional, bajo el rótulo de bruja, el hombre post-moderno sino tiene chequera o tarjeta de crédito, simplemente no existe. Pero ojo, no condenemos la época, si el problema radica más que nada en nosotros, la vida en todo tiempo y lugar es como un tango de Gardel: pesimista, triste y gris, y hoy como siempre sólo abundan sonrisas en el rostro del hombre simple, del niño, del ingenuo.
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En este mundo post-liberal, post-valórico y post-espiritual, personalmente hay días que prefiero desconectarme, mantenerme al márgen, dejarlo correr sin mí, buscar una playa desierta, visitar algun país o cultura lejana, milenaria, estar rodeado de gente noble y hasta arcaica, en lugar de quedarme pegado en la cintura del reloj de arena de nuestros tiempos, ahogándome cada vez más con la falsedad de los cánones populares.
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En medio de un mundo neo-darwiniano (puesto que el poder lo sigue comprando todo), es que pretendo la difícil misión de ser un verdadero liberal, no seguir el curso de la corriente, ni tampoco nadar en contra. Obstinadamente, aveces solo, aveces acompañado, yo sabré seguir por mi camino, bienvenidos sean quienes busquen una libertad plena.
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