miércoles, 1 de septiembre de 2010

El país de los mil rostros

Hasta hace tan sólo un par de semanas, estuve en el Líbano, histórico y pequeño país anclado en el mediterráneo oriental, verdadero paraíso para cualquier amante de la historia, humanista o cientista social como es mi caso.
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La tierra de los cedros, "de la leche y de la miel" (en palabras de Khalil Gibrán) me acogió durante un mes, un mes en que fui testigo presencial de la conocida hospitalidad de su gente (mi gente), de sus hermosos parajes naturales, los vestigios de milenarias civilizaciones euroasiáticas, de la moderna y agitada vida de Beirut y alrededores, como también la más apasible y tranquila en uno de los pueblos cristianos del sur, Klea.
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Sacerdotes de la Iglesia de San Marun, también llamados cristianos maronitas.
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Desde tiempos muy remotos, el Líbano ha sido sinónimo de contraste, una tierra dividida entre oriente y occidente. Tan sólo basta pasearse por las calles de alguna ciudad para descubrir en ella que cada antigua civilización o nación que estuvo en estas tierras y que se sumó al sustrato original cananeo o fenicio, dejó su huella: hititas, pelásgicos, babilonios, asirios, persas, griegos, romanos o bizantinos, árabes, turcos, cruzados, etcétera se adivinan en los mil rostros de su gente, que van desde los caracteres más mediterráneos como la piel aceitunada, los ojos oscuros y el cabello rizado a ciertas tonalidades nórdicas: ojos profundamente azules, cabellos rubios o pelirrojos, estaturas sobre 1.90, etcétera.
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En la dimensión política y religiosa, este contraste no es menos decisivo, con dos grandes religiones (islam y cristianismo) fragmentando el territorio, pero cuyas vertientes son a veces inconciliables, así tenemos a sunitas, chíitas y drusos, en la esfera del islam, que pese a compartir la base de una misma religión, poseen diferentes cosmovisiones y hasta representan a estratos sociales diferentes. Menos radical es la distancia entre las naciones cristianas del Líbano, destacando entre ellas: maronitas (católicos orientales), greco-ortodoxos, católico-romanos, una gran comunidad armenia y una minoría protestante.
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En un país donde la religión es inseparable del concepto de Estado (similar al caso de Israel, Irán y otros países del Medio Oriente), el sistema político es radicalmente distinto al de nuestros países, con una representación democrático/proporcional por cada facción religiosa en el senado, hecho constitucional que asigna a un musulmán sunita (la religión mayoritaria del país) el cargo de primer ministro y a un cristiano maronita, el de presidente.
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No es difícil imaginar para este escenario, que las actuales tiranteces entre el mundo occidental y oriental: básicamente las distancias entre el islam y occidente (la mayor parte de las veces exageradas por el ojo de la opinión pública y los medios de comunicación), tiendan a hacerse eco en primer lugar aquí, sin embargo como pude comprobar, la convivencia y tolerancia entre las distintas religiones es más que llevadera y pacífica, algo que lamentablemente no abordan a cabalidad los medios occidentales.
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Beirut, Jounieh o Byblos son algunos de los puntos claves de la vida nocturna libanesa, con discoques de música electrónica, pubs y bares. Para el visitante occidental, es también la posibilidad de conocer mujeres tan atractivas como este par de beiruties.
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Puede ser considerado insólito por algunos que en el Líbano, fuera de las grandes metrópolis del centro y norte del país, cada comunidad religiosa vive acentada en los márgenes de sus propias ciudades o pueblos, pudiendo resultar foráneo un visitante del mismo país, pero de otra ciudad o religión. Yo sin embargo considero esta especie de federalización no legalista, una estrategia de subsistencia y ejercicio de tolerancia al fin y al cabo, pues después de todo, el Líbano es un país unitario, que en momentos categóricos pasa por alto todas las diferencias que lo fragmentan. Su ejército único defiende la soberanía de todo el territorio y a cada libanés por encima de su religión, hecho del que sus vecinos y en ocasiones, también potenciales enemigos: Siria e Israel, están al tanto.
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Tal vez peores segregaciones hemos conocido nosotros, las naciones de Sudamérica, no siendo aquí la religión el patrón que se instala como fundamento de nuestros conflictos. Aquí se dividen comunas y ciudades por estratos sociales, los propios gobiernos en sus (mediocres) políticas de vivienda erigen poblaciones que de antemano delimitan, pues bien saben que en poco tiempo serán foco de delincuencia, punto fijo para el flagelo de la droga y semillero del narcotráfico. Una realidad que quieren mantener oculta del país desarrollado por el que supuestamente luchan y propugnan.
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Hezbollah además de ser un partido político (no proscrito), encarna una fuerte resistencia islámica chiíta al sur del Líbano. Su enemigo declarado: el Estado de Israel.
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Marcada es también la diferencia entre el norte y el sur del Líbano. El verde norte ha sido por siglos acentamiento favorito de las comunidades cristianas, escapando a la clásica idea que se tiene de Medio Oriente y asemejando una especie de extensión de la Europa balcánica y mediterránea, aquí la vista de quebradas, pinos mediterráneos, cedros y el mar se funde con las de hermosas ciudades situadas en las montañas, antiguas (y pintorescas) iglesias o los rojos tejados de las casas.
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Más hacia el centro, hacia Beirut y sus alrededores, se respira el aire de las grandes metrópolis que hay en todo el mundo, el ruido y la congestión vehícular típica, no le quita atractivo sin embargo a una de las ciudades más hermosas del mediterráneo, la réplica de Nápoles en Medio Oriente, un lugar donde bares y vida nocturna atrapan a bohemios de todo el mundo, viendo hasta triplicada su población en el verano.
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El sur mucho más árido, posee sin embargo algo del encanto bíblico que envuelve a la vecina Tierra Santa, es un lugar místico, donde los estragos de la dimensión política y religiosa se viven constantemente, en el día a día. Su cercanía con Israel lo condiciona totalmente, sumado a esto el hecho de que la mayoría de los pueblos y ciudades que lo constituyen hoy en día son musulmanas (en su mayoría de fe chiíta) y las restantes cristiano-maronitas. Aquí el creyente, vive verdaderamente la fe, un cristiano en el sur del Líbano no lo es simplemente en el papel, como los pocos que quedamos en occidente, la religión es una identidad por la que inclúso está dispuesto a dar la vida y morir, en una de las regiones más inestables (políticamente hablando) del planeta.
.En las imágenes (clickear encima para agrandar) es posíble apreciar los diferentes paisajes, arriba una vista de la ciudad nortina de Zahle en invierno, al centro la bahía de Beirut y abajo, un pequeño poblado del sur cobijado por las montañas del anti-Líbano.
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Recordemos que hace cuatro años, Israel bombardió indiscriminadamente el sur del Líbano, la hostilidad de los musulmanes (como también de algunos cristianos) hacia la patria hebraica es algo que se respira en el aire. Te das cuenta de que has llegado al sur del Líbano, no sólo cuando cambia el paisaje y el verde más profundo comienza a degradarse, ya no vemos adjunta a sus carreteras publicidad comercial como en el norte y centro del país, sino más bien carteles con fotos de mártires de Hezbollah y propaganda belicista. En los pueblos que circundan la frontera con Israel, es posíble toparse a cada paso con las fuerzas de paz de la ONU y con sus tanques. Actualmente la española, es la principal fuerza desplegada en la región, los cuales han estrechado ciertos lazos con la población local (fundamentalmente con los cristianos), convirtiéndose en feligreces de sus iglesias o participando como músicos de las festividades tradicionales.
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Hijos de refugiados palestinos nacidos en el Líbano.
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Así es el Líbano, un país bastante más pequeño en superficie que la región de O'Higgins (Chile), pero tan diverso en paisajes, clima, cultura y gente como el propio planeta. Encrucijada de tres continentes: Europa, Asia y África, motín de las más variadas civilizaciones que forjaron nuestra historia. Desde tiempos inmemoriales, las naciones más dispares han hecho patria en su territorio, al igual que los millones de libaneses que hicieron patria en todo el mundo.
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Hoy no dejo de pensar que en cada libanés o decendiente, persiste algo del espíritu aventurero de sus antepasados fenicios, después de todo viven más libaneses fuera que dentro del Líbano, en general, gente que viajó sin nada y que con trabajo y obstinación logró mucho, asimilando las culturas de los países que les acogieron. Es destino del emigrante y de su progenie, mirar hacia adelante sin olvidar el pasado, después de todo, más allá de las diferencias que lo fragmentan, el país de los cedros siempre tendrá extendidos los brazos hacia sus hijos en el mundo.
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