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Tras estos resultados, una serie de ventajas que el oficialismo mantenía sobre el Congreso, se han perdido definitivamente: Entre otras cosas, Chávez perdió potestad de incidir en la elección de autoridades claves como el Fiscal General y el Presidente del Tribunal Supremo. Estos escollos no serán fáciles de saldar para un Presidente acostumbrado a dirigir el país a sus anchas, pasando inclúso sobre el protocolo y las reglas.
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Un gran triunfo para Venezuela en su carrera hacia la consolidación de la democracia, algo que necesariamente parte por desconfigurar todos los resabios de aquello que llaman la "revolución bolivariana", una lucha en la que ni el propio Chávez cree realmente, bandera de los utopistas y de la masa ignorante a la que se ha conquistado por tanto tiempo, con promesas de miseria colectiva. El chavismo ya no huele a azufre, sino a gladiolo.