domingo, 12 de septiembre de 2010

Sistema de creencias

Fe religiosa, miedos o traumas, supersticiones, ideología, todo a la larga no es más que un constructo en nuestra mente, en su estado más evolucionado: ideas que se transmutan en una gran biblioteca interna de la que el ser pensante se puede nutrir para corroborar sus ideas, afianzar su fe o reforzar aquello que siempre le hicieron creer.
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Los romanos en la antiguedad, en base a mitos, se inventaron así mismos el estatus de "la nación más poderosa sobre la faz de la tierra", decendientes de Rómulo y Remo, hombres con habilidades sobrehumanas, alimentados por la leche materna de una loba. A todas luces un mito básico e infantil, pero que sirvió de combustible para que esta nación indoeuropea se sublevara ante el yugo etrusco y la amenaza griega, para colonizar luego toda Italia, Las Galias, Hispania, Europa central, el Mediterráneo, Gran Bretaña, la parte occidental de Medio Oriente, vale decir buena parte del mundo conocido, enfrentándose en la tarea con algunos de los pueblos más belicosos de los que se tenga registro: celtas, teutones, godos, ilirios, bereberes, etcétera.
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La generalidad de los pueblos de la antiguedad, diversificaron su fe en varios dioses, cada uno representante (y regidor) de una respectiva condición humana o fuerza de la naturaleza. Los romanos llegaron a convertir en dioses a sus propios emperadores, mientras que unas cuantas millas al este, la nación hebrea habría sido la primera en desarrollar el monoteísmo y mitos basados en una relación paternalista con el Dios único. El Antiguo Testamento (libro judaico) no es más que una serie de mitos fundados en factores como el miedo, el castigo, los mandamientos y la tradiciones inviolables, nos hablan de una fe instrumentalizada por el poder, poder que ejercían sobre el pueblo los sacerdotes, quienes a la vez eran gobernantes de aquella muy antigua y aun vigente nación.
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Que el hombre nació moldeado en barro y obtuvo vida de un soplido divino, nos dice el Antiguo Testamento, y hay quienes aún darían hasta la vida por defender esa fe totalitaria. En Estados Unidos varios estados religosos del sur prohibieron hace no mucho enseñar la teoría de la evolución, temiendo el declive del mito y como corolario que el cristianismo cediera terreno a pensamientos agnósticos o en el peor de los casos a la cientología.
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Precursor de las ideas "new age", mi autor favorito Philip K. Dick, creyó en la existencia de mundos paralelos y colindantes con la realidad objetiva, algo que registró en varias de sus novelas. La fe cristiana le acompañó a lo largo de toda su vida, pero a pesar de ello no dejó de reconocer a la Biblia, como el "primer gran libro de ciencia ficción".
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Ya sean mitos o verdades comprobadas en la existencia empírica del hombre, lo cierto es que actuamos según están formulados nuestros pensamientos. El creyente que teme cuestionar su fe, probablemente tenga más arraigado en su inconsciente sentimientos de miedo que de verdadera fe, miedo al castigo de Dios (un Dios incompatible con la libertad humana), o tal vez a la condena social, puesto que persisten ciertas comunidades que no permiten al hombre, desenvolverse con independencia de la teología.
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Si tal como se desprende de los planteamientos de Philip K. Dick; que la realidad es una ilusión colectiva y el hombre tiene derecho a creer en las mentiras que mejor le parezcan, nuestro sistema de creencias debiera ser una condición única de cada individuo. En lo personal, sobrevive en mí cierto espíritu cristiano, muy impuro e hibridizado, pero he llegado a construír un paralelismo entre el Cristo bíblico (mensaje, verbo encarnado) y el liberalismo, es Cristo la luz del Nuevo Testamento, aquella que rompe con la idea hebraica y totalitaria del Dios-tirano, reemplazándola por la de un Dios tolerante, que condena menos al pecador que al cínico moral y no hace diferencias entre judíos, filisteos, samaritanos o galileos. Tal vez Cristo jamás existió, pero siendo inclúso un mito, el mensaje de paz que encarna, vendría a ser el más humanista, liberal y noble de todos.
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De no ser por ese Cristo, el cristianismo nunca hubiera sido una religión interesante adoptada de forma más voluntaria que impuesta por el hombre antiguo y medieval, Roma (potencia de varias eras históricas) jamás la hubiera llegado a tener como religión oficial y hasta el día de hoy seríamos politeistas subyugados por el poder y los abusos de una nación más fuerte.
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Este es José Luis de Jesús Miranda, autodeclarado el mesías de Puerto Rico y según él, decendiente directo del linaje de Cristo (en una supuesta unión con María Magdalena), sus planteamientos no revisten más que la falta de lucidéz de un esquizofrénico o el cinismo de un charlatán, pero lo peligroso es que con el tiempo se convirtió en lider religioso y fundador de su propio movimiento: "Creciendo en Gracia", el cual es seguido a lo largo de varios países hispanos y entre algunos latinos de los Estados Unidos. Un ejemplo más de que la fe puede ser depositada en cualquier aberración.
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Hoy en día que occidente es un hermano pobre en fe religiosa frente al parsimonioso y sabio oriente, nos siguen rondando sistemas de creencias de otro tipo, fundados en laicismo, la realidad objetiva de la ciencia y distintos matices político/ideológicos. Hemos ido absorviéndolos lentamente y sin darnos cuenta, puesto que necesitamos de un sistema de creencias para sobrevivir en la jungla social, estrechar lazos o conseguir objetivos.
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Es una constante del hombre, pertenezca a la cultura que perteneza, la necesidad de creer en algo para dar color y sentido a su existencia. La carencia de una fe religiosa institucionalizada (como ocurre con mayor frecuencia en oriente), ha sido suplida por un nuevo orden de perspectivas: la new age de los hippies, la cientología, registros de fantasmas para dar credibilidad a la existencia de vida más allá de la muerte, vida extraterrestre, nacionalismo y supremacía política, supremacía racial, etcétera. Casi todo se resume en un "ver para creer", vale decir: la contradicción misma de la fe.
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Depende de donde se mire, pero las distintas creencias dejaron de ser mentiras piadosas desde el momento en que instituciones como el Estado o la Iglesia quisieron proyectarlas al colectivo de las naciones, manteniendolas a sangre y fuego. Cuando somos pequeños nos hacen tragar "el mito de la cigueña" para no cuestionar la manera en que llegamos al mundo y no creemos en El Viejo Pascuero más allá de los seis o siete años (crecer es sinónimo de romper con el yugo de la ignorancia y de las fantasías impuestas), pero al día de hoy aún hay quienes pretenden que creamos en santos que mutilaron dragones o que quieren transmutar la teoría darwiniana a las mixtas sociedades modernas: "en la naturaleza sobrevive el más fuerte", por lo tanto es natural que el burgués se imponga al pobre, el hombre blanco al de color, las mayorías a las minorías, etcétera.
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Aquello que nos diferencia de los animales y nos posibilita no sólo adaptarnos al medio, sino también transformarlo, es nuestro sistema de creencias, fundamento de toda condición humana. Nuestras ideas muchas veces pueden ser las equivocadas, pero por lo mismo estamos hechos para caer varias veces y redimirnos. Sólo los románticos del siglo XIX, el clásico "calavera liberal" (tipo Martín Rivas) o el revolucionario marxista jamás habrían dado un pie atrás a sus ideales, lo que lastimosamente Fidel Castro hizo hace muy poco, y lastimosamente digo porque llevó a la ruina a su país, para lamentarse sesenta años más tarde.-
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La histórica vuelta de chaqueta de Fidel
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"Tu puedes creer en las mentiras que te plazcan, que el Capitán Nemo tuvo real existencia, en la segunda venida de Jesús o que Harry Potter te llevará a dar una vuelta en su escoba mágica". Mientras sean tus mentiras, y sólo las exhibas sin pretender imponerlas como tus ideales, el mundo será un lugar mejor, por cada individuo, una idea, un color y por cada sociedad, un caleidoscopio de la diversidad.
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