sábado, 11 de septiembre de 2010

Septiembre: Un mes de contradicciones

Aniversario de la patria y mes conmemorativo del golpe de Estado más reciente que se conserva en la memoria colectiva de nuestra nación. Instancia de unión cuando manda el sentir patrio y de división, cuando prevalece la política.
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Es la libertad el trasfondo de nuestra celebración patria, y a la vez la que originó una distancia persistente entre los chilenos. Por la libertad de Chile y de toda Sudamérica es que hace 200 años, unieron sus fuerzas y lucharon contra la adversidad dos estrategas ilustrados de la talla O'Higgins y Carrera, para luego darse la espalda y convertirse en rivales.
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Hace cuarenta años y escudándose también en la libertad, Salvador Allende prometió hacer de Chile un país más equitativo, ignorando tal vez que el socialismo (tradicional) no es la real vía hacia la prosperidad de los países, sino más bien, una trampa semántica: el régimen proletario, la dictadura de la miseria. Hoy en día hasta Fidel Castro lo ha reconocido publicamente, que no niegen los socialistas de vieja guardia que en un momento pretendieron convertir también a Chile en una gran Cuba, inclúso con auxilio del terrorismo si fuere necesario.
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Hace 37 años y en respuesta al proceso socialista, un pronunciamiento militar se abanderó también en la libertad del país, para gobernarlo los siguientes 17 años a fuerza de decretos y un régimen de terror. Muchos apoyaron el golpe, algunos se fueron desencantando con el tiempo (los verdaderos demócratas) y otros hasta el día de hoy excusan sus abusos a los derechos humanos bajo sentencias como la de: "el fin justifica los medios", y continúan militando muchos en la política nacional, sin aportar demasiado al porvenir de Chile.
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La libertad y todos sus derivados temporales son el eterno fin del orden político/social de los estados, pero si en miras de conseguirla se instrumentalizan el terrorismo o la mano dura de los gobiernos, se escapa de todos los márgenes de la democracia, transfigurándose el fin en cualquier otra cosa, menos en libertad. Incontables abusos se han cometido en nombre de ella, tal vez demasiados en Latinoamérica: con los gobiernos militares de Argentina, Brasil y Chile, el trasnochado regimen castrista, la utopía civil-armada de Sendero Luminoso o la actual tiranía de Hugo Chávez en Venezuela.
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Latinoamérica es un continente relativamente jóven, mucha de nuestra historia no ha sido más que replicar las influencias de Europa o de los EEUU y no pocas veces hemos sido campo de acción de sus experimentos sociológicos e intereses de poder. Tal vez lo mejor que nos legaron fueron los preceptos masónico-liberales de libertad, igualdad y fraternidad y la idea de perfeccionamiento republicano (progresismo). Este año muchas naciones del cono sur quemarán los primeros 200 años de sus historia como naciones libres e independientes, debiera ser una finalidad en cada uno de nosotros pavimentar el camino para el próximo centenario, ayudando a profundizar la democracia u otorgándole un sentido verdadero a la libertad, algo que comienza como una chispa en el corazón de cada individuo que busca consolidar su destino, y no como una aspiración colectiva, pues en ello redundan todas las mentiras totalizantes, algunas de las cuales nos tienen estancados.
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Este mes de septiembre prefiero quedarme con las imágenes de una gran celebración bicentenaria, llena de ánimos, empanadas, pipeños, cuecas bravas y un espíritu de pertenencia criolla, en lugar de redundar en el episodio más duro de los últimos 40 años de nuestra historia y sus costantes secuelas de odio matizado con ignoracia que vemos reiterarse cada 11 de septiembre en los actos vandálicos de gente jóven (algunos que ni siquiera nacieron en los años del Régimen Militar) marchando encapuchados por las calles, saqueando locales, destruyendo los bienes públicos o jugando a la guerra civil contra las fuerzas de paz y orden.
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Me quedo también con parte de las palabras pronunciadas hoy por el presidente Piñera, quien pidió olvidar el pasado y demandó mayor unidad nacional. El pasado es algo que siempre nos penará y tal vez es mejor que así sea, para no cometer en cuarenta años los mismos errores que hoy tanto nos dividen, como también otros tantos que nos continúan penando históricamente; en especial en todo lo relativo a los pueblos originarios, y el mal manejo político de sus legítimas demandas.
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Rescato en cambio la idea de unidad, de tender puentes y de sentirnos más chilenos que nunca (sin rayar en el patriotismo enfermo y estúpido por el cual algunos están dispuestos a inmolarse), mirando siempre hacia delante, hacia un futuro constructivo y lleno de espectativas, después de todo Chile es más grande de lo que muchas veces tendemos a creer. VIVA CHILE MIERDA!!!
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