domingo, 14 de noviembre de 2010

¡Viva el arte de escribir!

Porque escribiendo entreno mi mano, ordeno mis ideas y comunico mis pensamientos del momento a los más inverosímiles destinatarios. Además constituye mi autogestión de marketing.
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Previo a escribir hay que ser capaz de leer y liberarse, escuchar y aprender, observar y absorver, reproducirse y disfrutar, alimetarse y deleitarse. Cada segundo de vida debiera convertirse en una experiencia única y escribir nos da el alivio de la reflexión, para luego testimoniar que "hemos vivido" y que ya muy pocas cosas tienen poder sobre nosotros.
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Dirán algunos con muy poco tino que escribir es el "arte de los locos", pero ¿qué importa la locura si en el fondo la normalidad es el problema?. Son precisamente los excéntricos los que escriben buenos libros, hacen buena música, son buenos diseñadores, publicistas, cineastas y quienes por lo general viven encumbrados en sus propias ideas antes que en el predecible mundo que habitamos.
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Todo escritor abraza sus victorias, pero mucho más cariño le tiene a sus derrotas, pues ¿qué mejor material para escribir que el de las experiencias fallidas?. Un cristiano (o más bien un evangélico) daría como consejo a sus cercanos que recen y se rediman de sus problemas centrando la fe en Cristo, yo en cambio los exhorto a que escriban y disparen al mundo sin tapujos lo que sienten, para de esta manera abrir mejor sus propias mentes y comprender que todo cuanto nos esclaviza es sólo un mal cuento repetido hasta el cansancio en nuestras cabezas.
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Nada existe mientras no se le de importancia y sólo cobran vida las cosas a partir de los conceptos. La escritura no es más que eso: una estructura ordenada de conceptos, quien escribe por tanto, puede llegar a tener las cosas más claras que el resto y no por faena erudita (desprecia a los eruditos) sino más bien por obra y gracia de "la magia de las ideas", el único elemento metáfisico capaz de transformar el mundo, TÚ MUNDO.